Si su hijo es de los que no aprueban una en Primaria, tome medidas pero no se agobie. Puede que dentro de 25 años sea una de las más firmes promesas de la arquitectura... ¿Nacional? ¿Europea? ¿Mundial? Sepa que eso ocurre y que de ello da fe el itinerario vital y profesional de Alfredo Muñoz Herrero. Es probable que el nombre no les diga nada, pero su obra es una de las más relevantes a nivel mundial entre los cerebros de su promoción. Muñoz (Burgos, 1979) es el presidente de la firma de arquitectura Abiboo. ¿Tampoco? Bien, regresemos a Primaria.
La mente distraída de un niño mudó hacia la disección de la realidad. Lo que era atractivo de investigar en el vuelo de mosca devino en lo atrayente de los libros, y así fue como Muñoz Herrero hizo historia en la Politécnica de Madrid al salir de allí con el título en Arquitectura que, durante varias décadas, nadie había logrado obtener en un lustro. Los mejores de los buenos solían hacerlo en seis, siete u ocho años.
Pero no todo se limitó a los codos. Nada más estrenarse comenzó a trabajar en el estudio del arquitecto burgalés Agustín Herrero (su tío, para más señas). Después buscó fuera y, antes de licenciarse, ya contaba con experiencia en los gabinetes de Alberto Campo Baeza o Ábalos y Herreros, tres factótums del negocio. También aprovechó para darse una vuelta por EEUU, América Latina o Europa. «Sabía que los grandes arquitectos (cita a ‘becarios’ como Le Corbusier) no lo fueron hasta que no aprendieron viajando», cuenta. Aquellos, los clásicos contemporáneos, viajaron hacia lo que quedaba de los imperios clásicos (Italia, Grecia...); él dio su siguiente paso hacia los nuevos. Hacia el nuevo: Japón.
Proyecto finalista para construir una torre en Taiwan. Gracias a él le están llegando encargos. - Foto: DB «Un amigo de la Universidad (el profesor Mariano Bayón) me provocó para que me llevara el currículum», y a Muñoz no se le ocurrió mejor idea que entregárselo a uno de los semidioses del gremio: Toyo Ito. «Hice una entrevista y me dijeron el típico ‘empiezas el lunes’», evoca. Probablemente «los japos» hicieron porras sobre la pasta de la que estaba hecha el chico de Burgos, pero resultó que después de «tres meses sin pagarme trabajando 400 horas al mes» decidieron que «trabajaba más que ellos» y le enviaron a Barcelona como capo de un importante proyecto: la ampliación de la Feria de Barcelona. Un proyecto de 300.000 metros cuadrados del que tenía que responder. Muñoz contaba 23 años.
Su paso por el estudio de Ito le sirvió, además de «para llevarme tortas hasta en el carné de identidad» en un gremio en el que la competencia externa e interna no suele hacer prisioneros, para profundizar en la investigación. Su obsesión fue la «búsqueda de nuevas formas de procesos de creación arquitectónica» y la aplicación práctica de la arquitectura, de todas las arquitecturas que había interiorizado en sus viajes... Personas, creencias, hábitos, materiales, formas, función, escala... Todo metido en un cóctel que no sació su sed.
«Estaba muy a gusto con Toyo Ito, pero me apetecía probar la experiencia americana de organización y macroestudio». Tocaba cambiar, y de nuevo su apuesta fue a doble o nada. Su siguiente parada fue SOM (Skidmore, Owings and Merrill), un estudio americano que ha hecho un par de cosillas por ahí. Nada serio: la Torre Sears de Chicago, el nuevo World Trade Centre de Manhattan, la Burj Khalifa (es la torre más alta del mundo y está en Dubai)... Ustedes saben.
Le encargaron llevar a buen puerto la sexta torre más alta del mundo, el Al Hambra Tower de Kuwait. También dirigió proyectos en EEUU (como el Museo Nacional del Ejército) y en India, donde, tras dos años, le nombraron asociado de SOM para las operaciones en el macropaís asiático. Pero cumplió los 30 y le tocaba cumplir su propia palabra: «Crearé mi propio estudio cuando tenga 30 años».
Nace Abiboo
Y así fue como Alfredo Muñoz Herrero se convirtió en el presidente de su criatura: Abiboo Architecture. Su primer proyecto (y al que más cariño tiene) lo encontró de copas. El ex futbolista Iván Helguera buscaba alguien con mundo y una concepción perpendicular de la arquitectura para construir su casa en Ciudad del Campo (urbanización de élite en las afueras de Madrid). «Le presenté varios proyectos hasta que cuajó uno y ahora estamos terminando de construirla». Aquello le llevó a un nuevo encargo, en este caso para ex presidente de Microsoft en España. Entonces, ¿se ha especializado en arquitectura de élite? No. «Hemos proyectado en Chennai (India) 700 viviendas para personas de clase media-baja y en Oslo trabajamos en vivienda de protección oficial; no tengo ningún interés en hacer solo arquitectura ‘para ricos’», aclara. Mientras, continúa trabajando en proyectos para Noruega, Suecia, Perú o Vietnam, coordenadas que maneja gracias a sus tres oficinas (Madrid, Nueva York y Chennai), a un equipo global que incluye una secretaria en Panamá o equipos de colaboradores en Uruguay, y a unos principios basados en «dormir poco, trabajar duro, tener un espíritu aventurero (que alimenta)» y miedo a nada, cabría añadir. Acaba de adjudicarse la ampliación de una universidad en el Golfo Pérsico y barrunta 30 torres en Calcuta. Él lo resume tirando de tópico: «Tuve la suerte de estar en el sitio oportuno en el momento adecuado». Falso: lo buscó, lo luchó y por eso lo está consiguiendo. Apunten su nombre, puede que dentro de no mucho recuerden este reportaje.