Diego Epifanio es un tipo normal. En un mundillo en el que la excentricidad eleva el caché, él siempre ha apostado por un perfil bajo. Trabajar sin hacer mucho ruido. Así es como conquistó el ascenso a la ACB con el San Pablo en 2017, repitió con el Breogán en 2021 y ha vuelto a recrear la hazaña con el Leyma Coruña esta misma semana. Su palmarés habla por sí solo.

Epi (Burgos, 1978) no es de salir mucho en las fotos. No le gustan los focos. Su discreción le ha caracterizado durante toda su trayectoria, desde que empezó en el cuerpo técnico del 'antiguo' Tizona hasta el día de hoy. La gente que le conoce dice que es un tipo tranquilo al que le gusta pasar tiempo en familia e ir al pueblo a desconectar. Allí, en Jaramillo de la Fuente, Tierra de Lara, se ha hecho una casa y aprovecha para ir siempre que puede. Hasta se pone de faena y hace alguna chapuza de vez en cuando.

No es que le sobre el tiempo porque las temporadas cada vez son más exigentes y él su trabajo se lo toma muy en serio. «Es el entrenador que más prepara los partidos de todos con los que he estado y han sido muchos», comentaba entre bambalinas uno de sus técnicos ayudantes en el San Pablo. También en Lugo se quedaba hasta tarde en el Pazo diseñando 'trampas' para el rival y en Coruña tres cuartos de lo mismo. «Es un currante», aseguran en su nuevo destino.

Allí, a las orillas de la playa de Riazor, ha encontrado su segunda casa. Y es que Epi tiene un poco de carácter gallego. No se moja demasiado, al menos ante los medios, y trata de pasar lo más desapercibido posible. Eso sí, cuando le tocan la fibra también se calienta y buen testimonio de ello pueden dar sus jugadores y los micrófonos de los tiempos muertos.

(El reportaje completo y la actualidad de la LEB Oro burgalesa, en la edición impresa de este domingo de Diario de Burgos o aquí)