No eran ni las 5 de la mañana cuando el móvil de Casilda comenzó a sonar. Era la Policía Local. Al parecer, alguien había reventado el cristal de la puerta de la panadería que regenta en la calle Ávila y había entrado a robar. La dueña del negocio se encontró su tienda destrozada, con todo revuelto. Los restos del destrozo hacían presagiar una mañana dura. Tanto, que tuvo que cancelar una cita médica que esperaba desde hace un año. Fue, de hecho, el mayor trastorno del enésimo asalto en la zona sur de la ciudad. Porque el botín de la delincuente se redujo a un puñado de chucherías y una báscula. A las pocas horas estaba detenida.
Al parecer, la autora del robo era una vecina del barrio, todo indica a que toxicómana, que vio la oportunidad de acceder a la fuerza a un local para llevarse todo lo que encontrara y así costearse la siguiente dosis. Así pues, sobre las 4 de la madrugada cogió la rejilla de una alcantarilla ubicada a escasos cinco metros, la lanzó con fuerza contra el cristal de entrada y asaltó la panadería ubicada en el número 1 de la calle Ávila, en el barrio de San Pedro y San Felices. Una zona, por cierto, que lleva tiempo sufriendo las fechorías de los cacos.
Una vez en el interior, según pudo comprobar al día siguiente la dueña del negocio, la ladrona no se rompió en exceso la cabeza. Revolvió todos los productos, se llevó chocolatinas, gominolas y la báscula recién comprada. Casilda cree que la delincuente pensó que también era una caja registradora. En cualquier caso, es uno de los objetos que la Policía Nacional no recuperó tras detenerla a las pocas horas del suceso.
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