El drama de la despoblación es ya una avalancha imparable imposible de contener. Podrá haber soluciones puntuales, ayuntamientos con ideas brillantes y administraciones que lo intenten con más o menos fortuna en casos concretos, pero el fenómeno de la caída demográfica está tan generalizado que afecta a la inmensa mayoría del territorio castellano y ya no distingue entre los ámbitos más urbano o más rural.

Entre los años 2010 y 2020, este último recién actualizado por el Instituto Nacional de Estadística, 307 municipios de la provincia de Burgos presentaron una caída en su censo. Es un porcentaje del 82,74% respecto al total de 371 ayuntamientos y supone la constatación de que la tendencia se agrava, por mucho que el último censo haya dado un pequeño respiro con la primera subida en nueve años. Pese a este mínimo incremento de unos 700 habitantes entre 2019 y 2020, la comparativa con el año 2010 deja 17.176 habitantes menos, un 4,58%.

En la década anterior, la que inauguró el siglo XXI, el número de pueblos que perdían población se situaba en 266. Era ya un alarmante porcentaje de cerca del 72%, pero el salto del siguiente decenio ha sido todavía peor, azuzado por los coletazos de la crisis económica de 2008 y el éxodo de muchos extranjeros que habían encontrado en España, Castilla y León y Burgos un lugar próspero donde trabajar.

(Más información, amplia estadística y ejemplos de pueblos al alza y a la baja, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)