Aunque la nube de micrófonos, cámaras y grabadoras envolvía a las autoridades, quien atraía la mirada de los lectores, con quien las adolescentes se querían hacer una foto, a quien pedían autógrafos y a quien paraban por la calle de camino al hotel era a Santiago Posteguillo. El escritor, que presumió orgulloso de su mitad burgalesa y rememoró las carreras que echaba por la Plaza Mayor de niño, llegó, vio y venció. Mirase por donde se mirase, la corona de laureles de la primera tarde de la 46 Feria del Libro de Burgos la llevó con elegancia de principio a fin el autor de Roma soy yo.
La muestra más clara de su éxito fue su entrada triunfal en la carpa grande del Espolón. La llenó de lectores, muchos se quedaron de pie y un buen puñado intentaba escucharle desde fuera. Cada uno de esos seguidores tendrá su historia con el superventas, sin duda, pero quizás no tan pintoresca como la de la pareja formada por Lidia de la Hija y José Ignacio del Diego.
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