Editorial

El curioso caso de cómo la cita previa mató al progreso en la administración

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La superación de trámites burocráticos en las administraciones ha mutado del 'vuelva usted mañana' del siglo XIX al 'hágalo usted mismo aunque sea imposible' del siglo XXI. Pocas cosas, con perdón de las obras de reforma, generan tanta ansiedad como enfrentarse a la cumplimentación de los documentos que se hacen preceptivos para poder obtener algo tan simple como un certificado del padrón, que en el caso de la capital burgalesa es el culpable de que en el histórico paso entre el Espolón y la Plaza Mayor se organicen colas y esperas que recuerdan al cine de taquilla y estreno de campanillas cuando nadie sabía lo que era internet y había dos canales de televisión. No se trata de hacer bromas fáciles, tan solo de equiparar situaciones que parecen tan lejanas en el tiempo pero son tan cercanas por la vía de los hechos.

El asunto parecía sencillo de resolver: bastaba con implantar un sistema de cita previa. Pero, ay, ahora resulta que es ese sistema de cita previa, que agota el cupo en cuestión de minutos y dilata semanas la obtención de un turno, el que provoca que los dos días que no se impone esta reserva se agolpen cientos de ciudadanos en las dependencias municipales, o directamente en la calle, para obtener el dichoso documento. La administración contra el administrado. La tecnología contra el progreso. Algo, es obvio, no funciona.

Así las cosas, el actual bipartito del ayuntamiento capitalino, que se muestra hipercinético en la implantación por la vía rápida de nuevas políticas, que en ocasiones también pasan por el borrado sistemático de las anteriores, ha optado por eliminar la opción de la cita previa para evitar la masificación en los días de turno libre. Esto es, se reconoce el fracaso del Ayuntamiento de Burgos para prestar un servicio digno en tiempo y en forma a los ciudadanos, que han pagado todos sus impuestos municipales en serie a lo largo del verano. Vuelta a la casilla de salida, intento fracasado. La pregunta obvia es qué va a suceder a partir de ahora, puesto que el certificado es básico para obtener algo tan común como la tarjeta de bonobús de los menores. ¿Cola todos los días en lugar de dos?

El problema de fondo, que no alcanza solo a la administración -ahí está el caso de la banca- y que tiene en la brecha digital la causa de todos los males, es que sigue habiendo una parte muy importante de la población que no tiene la formación, el tiempo, los medios o todo junto para enfrentarse a la denominada 'administración electrónica'. La burocracia virtual ha corrido más rápido -acaso por primera vez en su dilatada historia- que la realidad, y lo pagan unos vecinos que cuando miran a su ayuntamiento piden cosas de cajón: buenos servicios, facilidades y progreso.