Impotencia. Es la palabra que más repite Teresa Flores. En octubre de 2021, decidió alquilar su piso de toda la vida, en el barrio arandino de Santa Catalina, y así, con esos ingresos, afrontar su nueva hipoteca de una manera más desahogada. Todo se torció el verano pasado. Flores avisó con antelación a los inquilinos de que necesitaba recuperar su vivienda y les pidió que, una vez que se cumpliera el año de contrato que habían firmado, le entregasen las llaves. Pues bien, desde entonces no sólo no han abandonado el piso sino que además suman 14 meses sin pagar los 375 euros mensuales que acordaron.
Ante estas circunstancias, Flores, de 51 años, presentó una denuncia por impagos. Su caso lleva en los juzgados desde hace meses y, aunque asegura que ha habido varios intentos para que los inquilinos dejen su casa, por ahora no han prosperado. Al parecer, se hallan en situación de vulnerabilidad. «Como las leyes amparan a los vulnerables, ni cobro ni les puedo sacar de mi casa», lamenta, mientras asegura que esta situación le está «destrozando», además de provocarle ansiedad. «Siento mucha impotencia, mucha. Es que te da tanta rabia...», añade Teresa, al tiempo que remarca que lo único que quiere es recuperar su piso y que ella y su marido no son más que «una familia humilde» que sale adelante gracias a sus trabajos (...).
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