Un repaso fugaz de las tradiciones

S.F.L. / Hortigüela
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La primera edición de la Feria de Hortigüela deja un buen sabor de boca en el pueblo. Una exhibición de toques de campana, talleres infantiles y una charla con los mayores cierran un gran fin de semana

Un joven apasionado de las campanas, Ulises Hernando, realizó en el campanario una demostración de los toques que controla. - Foto: Iván López

Los más dormilones no tuvieron más remedio que levantarse de la cama a las 13. El penetrante sonido procedente de las campanas de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Hortigüela hacía imposible alargar el sueño más tiempo. Pero en esta ocasión el toque -mejor dicho los toques- se escuchaban diferente. El encargado de hacer vibrar a las dos de hierro (restauradas en 1967) y a las dos de bronce (construidas en 1607) fue Ulises Hernando, un joven de 14 años al que no hay campanario que se le resista. Acompañado de Juan, su padre, y con un público expectante por conocer los detalles de esta curiosa profesión, el adolescente mostró hasta diez toques diferentes. El de ánimas, tentenublo, gloria, ángelus, quema o fiestas fueron algunos de los tantos que domina. 

«Quiero dar a conocer a la gente este patrimonio tan importante que tienen los pueblos», comentó el burgalés. Él no veranea en ninguno en concreto pero reconoce sentirse «como en casa» en Puentedey. Allí tocaba todos los sábados con Tonino y Trini, que le animaron a que probara suerte en otros lugares. Así lo hizo y desde entonces desarrolla un proyecto personal basado en el estudio de las diferentes campanas y divulga sus investigaciones en dos cuentas de Youtube: Campanas a bordo y Voces de las Merindades.

Mayores y pequeños como los dos Martines, Bruno, Javier, Valentina o Greta tiraban con fuerza de las cuerdas que movían los péndulos con la suficiente mañana como para darles tiempo a taparse los oídos. Sin duda, la actividad fue una de las más exitosas de la programación de la primera Feria Tradicional. Los doce puestos de artesanía solo permanecieron abiertos el sábado, pero la afluencia de visitantes atraídos sobre todo de Burgos, Madrid y País Vasco se alargó hasta la última hora de ayer. 

Natalia Célix y Begoña Blanco apenas contaron con tiempo libre en 48 horas. Ambas planearon cada una de las actividades vinculadas con los antiguos oficios y la forma de vida del pasado siglo por el placer de ver a los «menos mayores conocer historias que nunca se habían ni siquiera planteado», aclaran. Durante el fin de semana han aprendido a elaborar  instrumentos, adobe, jabones y cestas de mimbre, «las mismas que decoran las casas de los abuelos», añaden las impulsoras. Todos ellos, acompañados de sus padres se manejaron bien con los materiales. 

La experiencia de los mayores amenizó una 'mini' jornada de convivencia con los más pequeños. Entre todos compartieron anécdotas y explicaciones. «Ahora usamos WhatsApp para hablar», declaraba Darío. «Pues cuando yo tenía tu edad nos enterábamos de las noticias por el sonido de las campanas», contesta una de las vecinas de mayor edad. El intercambio de vivencias y el aprendizaje que ello supuso para todos dio paso a un taller de elaboración de queso y cuajada a la vieja usanza. 

Juan Martín, el alcalde, no podía disimular la emoción que sentía al ver a todo el pueblo unido con un fin común: recordar a los de antes y mantener vivas las costumbres. Él también es campanero -toca cuando hay alguna celebración o cuando fallece algún vecino- y confía en que el evento coja fuerza en futuras ediciones. Mientras, continuará recibiendo a visitantes y veraneantes con los brazos abiertos -y con las puertas de las iglesias, ermitas y museos-, y ofrecerá sus dotes como guía a quienes quieran 'empaparse' de la cultura local.