El pajarito que todo lo mancha

G. ARCE / Burgos
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Son sucios y vecinos molestos, pero los vuelos multitudinarios de los estorninos son uno de grandes espectáculos naturales de cada otoño. Perfectamente unidos, emigran y se protegen

Las espectaculares bandadas de miles de aves, habituales en los días otoñales en la ciudad, confunden a sus depredadores, sobre todo, halcones y cernícalos. - Foto: Alberto Rodrigo

'La unión hace la fuerza'. El popular lema revolucionario casa a la perfección con la estrategia vital del estornino; mejor dicho, de los estorninos pintos y de los negros y, para ser más precisos, de cientos y cientos de miles de ellos, sobre todo de los primeros. Unidos vuelan dibujando formas imposibles sobre los cielos de la ciudad, unidos duermen en las arboledas de los parques, unidos cantan sin descanso y unidos defecan de tal manera que no queda ni un milímetro libre de excremento bajo sus alas. Son espectaculares, vistosos, ruidosos y muy sucios. Un espectáculo que la naturaleza nos brinda todos los otoños a la puerta de casa.

Los estorninos no son una plaga, subraya el ornitólogo Sergio de Juan, estrecho colaborador de la Fundación Oxígeno y conocedor de estas aves tan comunes en nuestro entorno. En el norte de Europa y la costa cantábrica anidan, se reproducen y crían de manera independiente, como cualquier pajarito. El estornino pinto es troglodita, habita en los agujeros de los árboles, cerca de las granjas y zonas de ganado, donde hay insectos y vegetales; al negro, mucho más común en Burgos, le gusta construir su hogar bajo teja. 

No se multiplican como las ratas, como se dice despectivamente, su ciclo vital no dista mucho del resto de aves insectívoras: una puesta al año con entre 3 y 8 huevos. 

Bajo los dormitorios de los estorninos no queda ni un milímetro de espacio libre de excrementos.Bajo los dormitorios de los estorninos no queda ni un milímetro de espacio libre de excrementos. - Foto: Rosa Blanco

Es la llegada del frío y su gen emigrante lo que les impulsa a juntarse y a moverse en grandes nubes en busca del calor y, sobre todo, del alimento. Así, hace unos días, en algunos puntos de Europa o de la costa cantábrica se fueron citando cientos, miles y cientos de miles de ejemplares para alimentarse, acumular energía y comenzar su vuelo de descenso hacia el calor del sur. Por cada diez estorninos pintos hay uno negro, pero todos unidos en el mismo bando. 

Estamos ante un comportamiento aprendido que repiten generaciones tras generaciones de unos pajaritos que no viven más de diez años. Se les puede asustar con bocinazos, pitidos o petardos, pero su instinto natural es mucho más férreo que el nuestro y muy difícil de doblegar. 

La mayoría de las veces el calor y el refugio no lo encuentran en el norte de África, que también (en el caso del pinto), sino en los parques de las ciudades donde paran a descansar por cientos de miles. 
Se dan calor durmiendo muy juntos sobre las ramas de árboles que aún conservan hojas o son perennes (encinas, cipreses, pinos...), cantan (con silbidos, chasquidos, chirridos, trinos, gorjeos y numerosas imitaciones) para cohesionar y localizarse en la oscuridad y vuelan en nube y bailando para confundir a sus principales predadores, los halcones y cernícalos. 

Su armonía en el aire responde a una sencilla estrategia: el que se descuelga es carne de depredador. Hay lugares, como La Guardia, en La Rioja Alavesa, que han hecho de estos espectáculos naturales hasta un reclamo turístico.

¿Cómo se acompasan? José María de la Peña, de SeoBirdlife lo explica de la siguiente manera: «Para poder moverse de forma sincronizada y con tantos cambios de dirección, los estorninos se comunican en pleno vuelo, haciendo mucho ruido e informando al resto de cuál es su posición. De esta forma, los individuos dentro del bando no se golpean ni se molestan al volar. El otro factor clave es la luz y oscuridad: durante el vuelo en grupo siempre tienden a seguir las siluetas oscuras de sus compañeros y evitan las zonas con claros por donde ven luz. Esto es lo que crea esos movimientos rápidos y permite los cambios bruscos de dirección».

Quejas. Es evidente, por el espectáculo visual y oloroso de excrementos que dejan sus dormideros, que los estorninos son vecinos incómodos, pero en la ciudad encuentran el refugio que antes tenían en los cañaverales y bosques. «A la mayoría, sobre todo a los pintos, no les gusta el frío de Burgos y se acabarán marchando. Hay que tener presente que son aves insectívoras y, por ello, muy beneficiosas para el control de las plagas en los cultivos agrícolas, lo mismo que las golondrinas o los vencejos», observa De Juan, integrante de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.

Aunque las grandes nubes de aves lleven a creer lo contrario, su población no crece y los censos confirman que se estabiliza, aunque están lejos de una situación de peligro. «Han disminuido en otros países europeos y en Gran Bretaña, en otras causas, por las políticas forestales que destruyen los montes y por la restauración de vivienda».

Seguiremos disfrutando de sus vuelos, su barullo y sus sobrantes...

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