La llegada de Javi Márquez al banquillo del Tubos Aranda ha brindado algo mucho más valioso que la recuperación de una sonrisa que jamás se debía de haber perdido. Los amarillos cuentan con una segunda vida para que la temporada no se convierta en un mero trámite. Los presentes en el Santiago Manguán son conscientes de lo tedioso que puede llegar a resultar eso. Cuando los ribereños parecían muertos y abocados a una guerra por el descenso, Javi Márquez se sentó en el banquillo para devolver la ilusión.
Sin receta mágica. Ni conejos en la chistera. La mochila llegó con conocimientos para reconducir estas situaciones. Y lo que es más importante, con muchas piedras con forma de trabajo y esfuerzo innegociable. Además, por el camino supo construir en su taller la tercera gema que perfeccionaba su labor: el trabajo humano dentro del vestuario. El Tubos Aranda ha encontrado la manera de volver a creer y de sufrir con el orgullo que siempre lo ha hecho. De desahuciado como colista, a claro aspirante a pelear por la parte alta. Una aspiración que se puede convertir en realidad con apenas tres puntos de por medio. El equipo ha pasado de ser víctima de la presión, a poder brillar con luz propia en muchos momentos de partido. O como le gusta decir a Javi Márquez, jugar de forma "coral".
Aunque las lesiones han traído de cabeza en algún partido, todos los caminos llevan al mismo punto: la cuesta de enero puede ser clave para que el rumbo del Tubos Aranda sea el inicial. El de competir con los mejores. Si bien es cierto que UBU San Pablo y Guadalajara se presuponen como inalcanzables, el ADN de los del Santiago Manguán ha hecho caer a torres más grandes. Ahora, con toda la segunda vuelta por delante y 30 puntos en juego, queda mucha tela por cortar y muchas esperanzas por hacer realidad.