El diagnóstico de comienzos de temporada era unánime: con el esfuerzo económico que había hecho el Atlético y la mejora de plantilla del Real Madrid, el fondo de armario de ambos era superior al de un Barça sumido en una crisis económica de proporciones bíblicas, y los azulgrana sufrirían llegado el momento del 'plan b', es decir, dar minutos a los menos habituales en esos partidos de supuesto relleno en los que dosificar a los titulares.
Hansi Flick aterrizó en una pretemporada inusual en la que las vacaciones post-Eurocopa y post-Juegos Olímpicos le obligó a tirar de la cantera. Se inventó un doble pivote con Bernal y Casadó, conoció a zagueros como Gerard Martín, Fort o Sergi Domínguez, dio minutos de calidad a Pablo Torre o Pau Víctor… Y en los dos primeros duelos de pretemporada ganó a Manchester City y Real Madrid. No eran fechas válidas para grandes conclusiones, pero el alemán fue ganándose a esos miembros del 'plan b' de los que tirar durante la larga campaña.
Y aún faltaba por llegar Fermín López. Fue el último en asomar por la ciudad deportiva Joan Gamper. Lo hizo con la medalla de campeón en París 2024 colgada del cuello tras un torneo en el que fue 'MVP' con seis goles. De una manera natural, el oscense llegaba para ser el jefe en la sombra, un suplente de lujo con números de titular indiscutible en casi cualquier otro equipo del planeta. Su último concurso en LaLiga, con dos tantos y dos asistencias en el 7-1 sobre el Valencia, va deshaciendo esa teoría del 'fondo de armario': el Barça también lo tiene, lo luce y le valdrá en esta recta final de curso.
Fermín lee el ataque de forma natural. Quienes llegan a la élite lo hacen por condiciones o talento, pero también por instinto. Ni es un 'killer' ni una 'máquina' escondida en un cuerpo relativamente enjuto de 174 centímetros. Es lo que es: un futbolista de momentos, un muchacho de 21 años con espíritu ganador, carácter fiero y ambición sin límites. Y, por edad, todavía no tiene una trayectoria que dé para un análisis profundo ni para demasiados verbos. Su currículum se escribe con pinceladas sueltas que permiten adivinarle un futuro explosivo: anticipa las jugadas, lee los huecos, adivina con inusitada sencillez dónde puede encontrar una pelota que conlleve peligro… y tiene gol. Mucho gol.
Partió de la cantera del Recreativo rumbo a la del Betis y con solo 13 años recibió la llamada de La Masía. Poco más. Su período de formación fue exhaustivo y su evolución, fugaz, y con apenas 18 o 19 ya entró en la órbita del primer equipo. Subidas y bajadas hasta una cesión al Linares en la 22/23, en la que el Barcelona buscó saber si tenía o no tenía futbolista. Doce goles en 40 partidos y una personalidad arrolladora convencieron a Xavi.
Su descubrimiento 'oficial' llegó en verano de 2023, cuando el clásico de pretemporada en suelo estadounidense dibujó un 3-0 para el Barça con tanto y asistencia de un muchacho de El Campillo que reclamó «llegar para quedarse». Se integró en la primera plantilla con ese 'estatus en el limbo' (ni titular ni suplente) hasta disputar 42 choques y convertirse, con 11 dianas, en el segundo máximo artillero del curso tras Lewandowski.
Hoy, el muchacho que ataca con rabia forma parte de ese maravilloso 'overbooking' de mediocampistas ofensivos, quizás el más prometedor del planeta, que maneja Hansi Flick con mimo. A pesar de su teórica suplencia, es el cuarto centrocampista con más minutos (842) esta temporada por detrás de Pedri, Casadó y Olmo, y supera a Gavi y De Jong.