"Europa tiene incongruencias al regular los mercados"

Jaime Sánchez Cuéllar
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EL actual vicedirector del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC ejerció diferentes cargos durante 30 años en la Dirección General de Agricultura y Desarrollo Rural de la Comisión Europea

"Europa tiene incongruencias al regular los mercados" - Foto: Luis Michelena

Muchas de las reivindicaciones que reclaman los agricultores tienen que ver con las decisiones que toma la Unión Europea, sobre cómo debe ser la agricultura y cómo deben gestionarse los cultivos. También sobre la política comercial, en especial sobre los acuerdos de libre comercio con terceros países y las condiciones en las que entran en Europa los productos de fuera.

Alguien que lleva tanto tiempo vinculado al sector agrario, que lo ha estudiado con profundidad, que ha participado en negociaciones intensas sobre el diseño de la PAC, ¿cómo vive lo que está ocurriendo estos días?

La verdad que lo vivo con desasosiego y con mucha tristeza. La gran mayoría de los agricultores que están en la carretera no ponen en duda la necesidad de la adaptación y la mitigación al cambio climático, de adaptarse, de cultivar mejor, de utilizar menos productos fitosanitarios, de cultivar protegiendo el medio ambiente… Lo que lo que la gente demuestra con sus manifestaciones es que estamos ante un mundo que no entiende la realidad del campo y que no entiende las dificultades de trabajar en el campo. Un ejemplo que para mí es muy claro: no conozco a ningún agricultor que no estaría encantado de dejar de utilizar pesticidas si tuviera una alternativa real, práctica, posible y disponible. Ahora bien, pedirle a la gente que deje de utilizar el 50% de los productos fitosanitarios en 2030 sin alternativas realistas para ello, pues lo único que provocan es rechazo y confusión.

¿Lo que provoca rechazo entre los agricultores es el ritmo de los cambios y la falta de alternativas, entonces?

Sí, creo que los objetivos los comparten toda la gente sensata… y luego también las contradicciones. Están importando productos en Europa que se han producido con normas menos exigentes que las que tenemos nosotros. El tema está ratificado en acuerdos comerciales en la Organización Mundial del Comercio y volver atrás sobre ello es extremadamente complicado. Algo se ha hecho con los productos que contribuyen a la deforestación que se van a frenar, pero en todos los demás funciona la regla de Santa Rita, lo que se da no se quita. Y modificar un acuerdo comercial para introducir reglas más restrictivas es una renegociación siempre complicada. Ahora bien, lo que no es comprensible es que haya productos que estén prohibidos en Europa y que la Comisión proponga aumentar los límites de tolerancia de la presencia de estos productos fitosanitarios en los productos importados, como ha pasado con el arroz. Es decir, este tipo de incongruencias, pues lo único que hacen es irritar a la gente. Yo entiendo que es muy difícil corregir los errores del pasado, pero no los agravemos. Y en el tema de Mercosur hay auténticas dudas de que los productos que se vayan a importar en el acuerdo tengan condiciones equivalentes de producción a las nuestras. Todo eso provoca mucho malestar y es totalmente comprensible.

Cuando se importa esos productos sí que se hacen controles. ¿Qué ocurre? ¿Que no son exhaustivos?

En general, los productos están controlados y tienen que respetar el límite máximo de residuo. El problema se plantea en métodos de cultivo o en productos químicos que no dejan residuo en el alimento. Nosotros no los podemos utilizar porque son productos que consideramos dañinos o para el medio ambiente o para nuestros agricultores, pero no dejan residuo y, por lo tanto, no hay forma de detectar su presencia. Estamos pidiendo que se desarrollen las cláusulas espejo, es decir, garantías de que los productos se han producido de una forma equivalente a nuestras. Pero bueno, hay países donde la administración no tiene la capacidad o los medios para poder certificar la forma de producción.

Hemos visto que Francia acusaba a España de utilizar productos que allí están prohibidos. ¿Es diferente la normativa entre los países miembros de la Unión Europea?

La respuesta general es que no, no es diferente. Ahora bien, en el caso francés es verdad que hay algunos productos que están autorizados en Europa y que los franceses, lavando más blanco que blanco, han prohibido al uso en su país. Hay casos puntuales en que los franceses son más rigurosos que el resto de los países europeos. Pero ese es un problema de los franceses. Los productos están homologados en Europa, han seguido un proceso de control severísimo por parte de la Agencia de Europea de Seguridad Alimentaria.

Respecto a los acuerdos comerciales, quién los firma, ¿es entre países o es la Unión Europea la que alcanza el acuerdo comercial?

Lo negocia la UE en base a un mandato que le han dado los países marcando los límites. Pero el acuerdo luego tiene que ser ratificado tanto por los ministros como por el Parlamento Europeo. Es lo que estamos viendo ahora con Mercosur. El acuerdo se ha negociado, está técnicamente cerrado, pero estamos muy lejos de que se ratifique tanto por el Consejo como por los Estados.

En este tipo de acuerdos, ¿las dos partes se comprometen a eliminar aranceles en algunos determinados productos?

En efecto. En general, hay una regla de que al final de un periodo transitorio, del orden del 95 y 97% de los productos que se comercializan entre los dos países se debe hacer de manera libre, o con derechos de aduana reducidos, en fin, con ventajas. En principio, la idea es hacer un acuerdo que sea win to win, como se dice en buen castellano.

Al final, ¿el debate radica en aumentar el proteccionismo de un sector que vamos a considerar estratégico o lo dejamos en manos del libre mercado?

Bueno, un libre mercado bajo control. En este mundo, Europa y España han sacado provecho de la liberalización del comercio en productos agrarios. Nosotros formamos parte globalmente de los vencedores. La agricultura española gana más con la apertura de los mercados, con lo que has llamado la opción libre comercio, frente a la opción proteccionista. No olvidemos: uno de cada dos productos que se hace en España se vende fuera de España. España es un país que está ganando con la globalización. ¿Y sabes por qué además? Porque como tenemos un nivel de exigencia, de control sanitario, veterinario y alimentario tan grande… para un indio, un chino o un americano, consumir productos europeos, que suelen caros, es la garantía de tener el mejor producto posible. El altísimo nivel de exigencia que nos piden a veces lo vemos como una limitación, pero también es una ventaja a la hora de vender, porque en el mundo saben que los mejores productos son los productos europeos.

Lo único que, en el contexto actual, quizás el agricultor más pequeño es el que más está sufriendo estas condiciones de mercado...

Es verdad, debemos hablar no solo de agricultura española sino de agricultores españoles. Y ahí vemos que a las grandes explotaciones les está yendo muy bien y, en cambio, en todo este proceso los que están sufriendo son los pequeños y medianos agricultores. Soy de los que defiendo a la agricultura familiar, entendiéndola como aquella cuyas decisiones se toman en torno a la mesa de una cocina y no la mesa de un consejo de administración. La agricultura está sufriendo un cambio tecnológico con la inteligencia artificial, con los drones, con la teledetección, con los satélites... El agricultor individual y familiar individualista está muriéndose, aunque no lo sepa, y el agricultor familiar que va a sobrevivir en un futuro será aquel que comparta economías de escala bajo la forma que quiera, con su cuñado o con una cooperativa o con una empresa de servicios.