Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Corleone

20/01/2025

Los virus invernales han encontrado últimamente acomodo en el hogar de este articulista, quien, impedido de cultivar sus malos hábitos de costumbre, se quedó el fin de semana en casita leyendo a don José Mallorquí y revisando viejas fotografías. Entre otros entretenimientos, uno dedicó la tarde del sábado a tragarse los seis episodios de Celeste, un serial televisivo que logra que el espectador haga suyos los afanes de una inspectora de Hacienda que persigue a una estrella de la música para que pague los veinte milloncejos de euros que debe al erario. 

Pareciera este, el de hacer que nos identifiquemos con un funcionario del fisco, un logro extraordinario en un tiempo en que los impuestos son demonizados sin matices incluso por los más altos gobernantes, si no fuera porque la ficción audiovisual siempre ha logrado que acabemos empatizando hasta con los villanos más pérfidos: en El padrino, Ford Coppola consigue que acojamos como un venerable padre de familia a quien se conduce como un sociópata asesino que no deja títere con cabeza; cada vez que vemos El silencio de los corderos apoyamos sin reservas a un médico antropófago que se merienda a sus pacientes con el refinamiento de un sibarita; y, en fin, los seguidores de La casa de papel sufrieron y se alborozaron hace unos años con las peripecias de una cuadrilla de bellacos que pretendían llevarse toda nuestra pasta a una isla paradisíaca.

El problema de esta sugestión narrativa radica en que ha acabado por traspasar los límites de la ficción para instalarse en nuestra tóxica realidad a través de las redes sociales, nacidas a la democracia como una herramienta de empoderamiento ciudadano pero sometidas desde hace tiempo a un proceso de inversión moral en el que la manipulación, el adoctrinamiento y los postulados más extremistas han encontrado un perfecto caldo de cultivo. Lo explicó a la perfección, sin quererlo, el diputado de Vox Manuel Mariscal hace unas semanas en el Congreso, refiriéndose a la dictadura franquista: «Gracias a las redes sociales, muchos jóvenes están descubriendo que la etapa posterior de la Guerra Civil (sic) fue una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación». 

En fin, así esta el patio. Pero, puestos a tragar con mentiras abominables, uno se sigue quedando con Vito Corleone.