Alexandra Flórez es una creadora, una artista que aprovecha los elementos más primarios, que más nos atan a la tierra, en su caso a su lugar de acogida, a Sargentes de la Lora, el pueblo de su marido, pero en el que ella da rienda suelta a su imaginación, que no es poca, para hacer un arte singular. Le basta un trozo de madera, de esas que encuentra en sus paseos por el pueblo, de roble, encina, haya, olmo o enebro para imaginar una figura, para pintar lo que luego será un anillo, un hermoso broche o una escultura.
La madera es su principal material, pero no el único y adapta otros en sus piezas, resinas, piedras, lana, vidrio, orgonitas, e, incluso, ahora se prepara cursos de cerámica para una nueva innovación en sus piezas. Quizás las introduzca en las dos colecciones que prepara, una de broches y otra de anillos, a las que aún no ha puesto nombres. Ambos productos son su seña de identidad y en los que deja patente su estilo y su habilidad con broches que son figuras de animales, brujas, flores, bailarinas, instrumentos musicales, zapatos... Son piezas únicas, talladas a mano y personalizadas, y además, es material limpio, que no deja residuos ni perjudican al medio ambiente.
Nacida en Colombia e ingeniería industrial de profesión, Alexandra siempre se sintió atraída por trabajar con las manos, una habilidad que ha ido potenciando y que la desarrolla con más pasión desde que llegó a España, por amor, como casi todo lo importante que se hace en esta vida. Ya en su tierra pintaba y durante muchos años administró una galería de arte, y ha expuesto en varios países europeos.
Tras venir a Burgos, se matriculó en la Escuela de Arte para estudiar escultura en madera, y aunque asentada en la capital, su referente es Sargentes, donde pasa los fines de semana y a donde se trasladan varios meses en cuanto acaban las clases y su hijo está libre. Allí tiene su taller principal, preparado para todo tipo de piezas, las pequeñas como anillos y broches, y otras más grandes que también esculpe.
Pero para poder trabajar a diario, Alexandra se ha montado en su piso de la capital un modesto espacio donde poder realizar sus creaciones, que este año de la covid le ha venido bien al viajar menos al pueblo. Además, este ‘parón’ le ha servido para redireccionar más aún su trabajo hacia la madera, aunque sin dejar la pintura -sus obra cuelgan en las paredes del salón-, ni abandonar otros materiales.
Y en madera talló la colección ‘Memorias perdidas’, un homenaje a su familia colombiana, cuyos antepasados pertenecían a una tribu que vivía en la Amazonia, que desapareció con la colonización. Un expositor con esas piezas se encuentra en el Museo del Petróleo de Sargentes para la venta.
Alexandra es una artista polifacética y ‘desordenada’ dice. No es metódica, pero sí con los sentidos alerta y en cuanto alguna idea le viene a la mente, ya puede estar acostada, que se levanta, coge el cuaderno, apunta o se pone a dibujar. Pertenece al colectivo de creadores Código Ker, y su principal mercado ahora está a través de las redes sociales.