El periodista mirandés Ernesto Sáenz de Buruaga, una de las figuras del periodismo español más conocidas, dio sus primeros pasos en la radio de su ciudad natal, en lo que antes era Radio Cadena Española. Pero pronto salió de Miranda para emprender su camino, fue a Vitoria y de allí a la SER de Burgos. Las oportunidades le iban llegando y el tren no paraba. Antena 3, Radio Nacional de España, Telemadrid, Televisión Española, Onda Cero, la COPE... Todos los medios le hacían propuestas. «No te planteas adónde vas, y ahora estoy en la radio porque me parecía un bonito momento para redondear el círculo y volver donde había empezado. En la vida vas tomando decisiones, yo tomé una decisión, y tengo un contrato firmado con la COPE. Por tanto hasta que no finalice no puedo pensar en otras cosas», dice.
El mirandés, que también tiene una columna en el periódico El Mundo, reconoce que nunca se plantea lo que va a hacer al día siguiente, ni cuando tenía 23 años. «Trabajo e intento hacerlo lo mejor que puedo y si me hacen una propuesta mejor me cambio o si no sigo donde estoy. Lo importante es trabajar bien, que te guste lo que haces y saber valorar las noticias, titular adecuadamente y buscar la línea editorial». Admite que la profesión es muy dura, sobre todo levantarse todos los días a las cuatro de la mañana. Además no duerme por las tardes para llevar una vida lo más normal posible y preparar el programa del día siguiente. «Hay veces que estoy en la cama pero sé que va a pasar algo, entonces me pongo la alarma y me levanto a escucharlo porque igual tengo que abrir el programa con ello. Trabajar 24 horas es duro pero compensa», apunta.
Por eso, siempre que puede vuelve a su ciudad natal, es su referencia, están sus padres y sus amigos, «podrá ser bonito o feo, pero es mi tierra, mi casa, y la gente me conoce no solo por salir en la televisión o en la radio, sino porque me han visto crecer, donde mejor me siento es aquí». Pero el periodista no pasa todo el verano en Miranda, también tiene otros lugares a los que no puede faltar, como son Cádiz, Santander o La Rioja. Le gusta viajar y casi siempre hace algún viaje por el extranjero «para no perder la costumbre de ver qué hay en otros sitios». Admite tener tres capitales que le apasionan, éstas son París, Nueva York y Buenos Aires. «No me gusta tanto el Tercer Mundo o los países asiáticos, los he visto, he tenido la suerte de viajar con los Reyes de España muchos años, pero a mí me gustan las capitales occidentales. Buenos Aires, aunque no lo parezca, es una capital muy a la europea. París es una ciudad apasionante y Nueva York es la capital del mundo. Madrid tampoco está nada mal, cada vez va cogiendo más auge», opina.
trabajo permanente. El periodista suele dedicar los primeros días de vacaciones para ir a la montaña y después a la playa. En estos meses estivales prepara el programa del año siguiente y se lleva los audios tanto de su programa como los de la competencia para ver qué han hecho, en qué han cambiado o qué giros han dado. «Somos todos muy amigos, pero me gusta oírles de vez en cuando porque si solo me escucho a mi mismo pierdo la perspectiva de la realidad», asegura.
Si se trata de recordar sus mejores vacaciones, no duda en escoger los viajes que realizaba con la familia a Laredo. «Nos íbamos a la casa de mis tías, eran vacaciones de las de antes, de tres meses, y me tiraba allí el verano sacando patatas en la huerta, cogiendo higos, dando de comer a las gallinas, y jugando en la playa. Para mi fue una infancia maravillosa», asegura el periodista. Pero los míticos veranos en Laredo no han pasado a la historia, ya que siempre que puede vuelve allí para pasear por el puerto, ir a la playa y comer en el mismo restaurante al que iba con la familia.
A pesar de no haber pasado los veranos en Miranda, Sáenz de Buruaga recuerda miles de momentos en la ciudad, como por ejemplo cuando el Casino vivía sus mejores momentos y hacían fiestas: «Allí íbamos todos los amigos y amigas a bailar, nos dejaban quedarnos hasta que cerraba a las seis de la mañana porque siempre había algún padre que nos vigilaba». El periodista también visitó en numerosas ocasiones el casco antiguo de la ciudad, «pero cuando no era así, nosotros lo que hacíamos era ir a merendar a La Higuera, luego nos íbamos a Cabriana a pasear, a las piscinas y al parque. Allí jugábamos al baloncesto toda la cuadrilla, no había polideportivo por lo que la calle La Estación era nuestra cancha. Incluso hicimos un equipo para competir los fines de semana en Vitoria».
El locutor recuerda con cariño su colegio, Sagrados Corazones. Allí el reconocido periodista hizo todas sus amistades: «Mis amigos del colegio son los mismos de ahora, a los que llamo, veo y con los que me relaciono. Lo que aprendí en el colegio ha sido la base de mi vida, junto a la educación de mis padres. Mi ética personal va unida a mi infancia; es decir, una señora muerta que se le ve la cara, yo nunca la sacaría en imágenes, porque tampoco sacaría a mi madre, eso me lo han enseñado en el colegio y en mi casa». Entre frailes con sotana creció y aún tiene especial cariño a muchos de ellos como al padre Jeremías quién posteriormente le casó o al padre Luis quién le sumergió en el mundo de la literatura y del francés. «El francés lo aprendí gracias a él, a mi se me dan muy mal los idiomas, por mucho que estudio nunca los aprendo, pero lo enseñaba muy bien, y nos retábamos entre los niños para cambiar de puesto y ser los primeros de la clase». Entre risas e incrédulo, Saénz de Buruaga admite que el inglés es «mi asignatura pendiente». «Todavía me sorprendo que un tipo como yo sin saber inglés haya hecho tantas cosas o ocupado tantos puestos, esto demuestra que los idiomas no lo son todo, pero si que son importantes».
Toda una tradición era pasar a buscar a las niñas a la Sagrada Familia para ir juntos al parque antes y después de ir a comer, a la bajada del colegio y antes de ir a estudiar. «Nosotros fuimos los primeros en hacer excursiones con el colegio en compañía de las chicas, hacer camping en el año 70 todos juntos era una locura, aunque ahora sea lo más normal del mundo, en su tiempo era un disparate», admite. Todas esas aventuras le sirvieron al periodista para hacer sus amistades, las que todavía conserva. «La amistad que haces en tu pueblo es la que permanece, es la que guardas para siempre, porque luego en la vida conoces a gente, unos entran en tu vida y otros salen, pero los que han permanecido siempre son los de la infancia, y eso es maravilloso», asegura Buruaga.
Ernesto reconoce que la vida del periodista es complicada y hay que saber llevarlo. «A veces te pones delante de personajes ariscos y difíciles de entrevistar, como en su momento fue Manuel Fraga; o cuando Alfonso Guerra estaba en el Gobierno», apunta.