El altar de flores improvisado que conocidos, vecinos y comerciantes de la calle Santander conformaron en el rincón en el que Adrián A. solía pedir limosna acompañado de su perra Luna se extendió ayer hasta la Funeraria San José. Un hilo invisible de cariño unía ambos lugares. Porque fueron muchas las muestras de afecto y amor hacia el hombre sin hogar fallecido el pasado viernes en un incendio de la calle Fray Esteban de la Villa, en San Pedro y San Felices. También las lágrimas derramadas en un adiós que, a buen seguro, no será el último.
Al igual que estos días en la calle Santander, fueron decenas de personas las que quisieron rendir un homenaje a Adrián en su funeral. Familiares, amigos, conocidos. El cariño en la capilla de San José parecía interminable. El propio sacerdote aprovechó su homilía para dejar constancia del amor recibido y brindado por este hombre tan conocido en el centro de la ciudad.
«Somos más por lo que recibimos que por lo que damos. Y Adrián nos dio una lección a todos. Tenemos que aprender a vivir con aquello que es necesario», recordó ante el asentimiento de los presentes. Transmitió el clérigo, también, un mensaje de esperanza. De que la muerte no es el final. De que hay otra vida. «Ahora nos puede ayudar a través de su memoria», concluyó.
Tras la ceremonia, amigas de Adrián quisieron tener un bonito y emocionado recuerdo. «Ver toda esta gente aquí emociona mucho», comenzó la primera con una sonrisa antes de contar la historia que unió sus caminos. «Le conocí hace 12 años, cuando pedía en la avenida del Cid. Le pregunté si necesitaba algo y me dijo que un café y pienso para Luna. Eso demostraba cómo era. Pensaba en su perrita antes que en él», narró. A partir de ese momento, continuó, «me atrapó para siempre» (...).
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