La vida de Óscar Araco tiene dos caras. Una se desarrolla en Burgos donde estudia la carrera de Ingeniería Agroalimentaria y otra se abre con la llegada del verano. En esta segunda su pueblo, Monasterio de Rodilla, se convierte en su gran fortín. Allí cambia radicalmente de ambiente y se entrega por completo a las labores del campo. Lo ha mamado desde niño y lo disfruta como nadie. La ilusión por lo que hace se desprende de su voz y cuenta que «estar en un tractor un día entero es algo que ni le cansa ni le cuesta».
Su padre ha sido su gran referente y poco a poco le va cediendo más funciones. «Lo que cuenta aquí es la experiencia, es un trabajo que no tiene patrones ni atiende a reglas fijas, pero hace cinco años hacía menos cosas que ahora» comenta Araco. Sus pies están cosidos a los pedales del tractor, tiene tomado el pulso a todos los vehículos y a base de aprender se ha hecho un hueco en el complicado mundo de la agricultura. Pero para ello muchas veces tiene que sacrificar sus vacaciones.
«Cuando tus amigos se van por ahí tú te tienes que quedar en la tierra, pero tampoco me quedo a disgusto porque disfruto haciendo lo que hago». Defiende que su labor es vocacional y en un futuro se ve en el campo. «Ahora la situación está más complicada porque el precio del cereal y los costes de maquinaria no ayudan, pero le veo futuro porque me gusta y lo intento tirar para delante». Aunque el tajo no cese en Monasterio, también saca tiempo para disfrutar de la vida rural.
«Aquí en el pueblo da tiempo a hacer todo, además durante la cosecha no tenemos un horario fijo y eso puede darte cinco días en los que no tenemos descanso y luego descansar uno, principalmente cuando llueve». Su temporada de recolecta dura unos veinte días y son pura intensidad. No existe el reloj, vive para hacer lo que le han enseñado y lo que también disfruta haciendo. «Si no tienes ilusión y no te gusta no te puedes dedicar a ello porque te viene por vocación».
Este año está contento con la cantidad de grano recogida. «Veníamos de dos campañas malas pero la lluvia de primavera y el clima han ayudado». Y ahora, mientras espera a que le empaquen la paja que ha dejado la cosechadora en su camino, está pensando en sus amigos, parte fundamental para que todos los trabajos puedan salir adelante. Las próximas faenas ya serán en septiembre, cuando el verano se despida y él se vuelva a montar en el tractor para arar y comenzar de nuevo todo el proceso.
El campo requiere de tiempos, mimos y cuidados, Óscar Araco está dispuesto a dárselo todo para seguir con la vida que quiere. Ha heredado la pasión y es uno de los encargados de mantener uno de los grandes patrimonios que tiene la provincia de Burgos: los mares de trigo y cereal.