Burgaleses ante los temidos Cebada Gago

DIEGO PÉREZ LUENGO / Burgos
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Juan Pablo Villanueva y Daniel Saiz corrieron el pasado 8 de julio el encierro de la afamada ganadería gaditana. Los dos destacan que Pamplona es «especial» e «imponente»

Juan Pablo Villanueva, a la izquierda con la camiseta del dorsal 18, entrando en el callejón de la plaza de toros de Pamplona. - Foto: DB

Cuando los escalones de la cuenta atrás que llega hasta el 7 del 7 van llegando a su fin, hay burgaleses que empiezan a sentir el nerviosismo del reclamo que les hace peregrinar habitualmente hasta Pamplona. La capital navarra celebra estos días su mundialmente conocido San Fermín y muchos son los profesionales y turistas que se lanzan a correr el encierro. Los toros han llegado a un punto en el que vuelan en manada por el adoquín y apenas dejan cornadas, pero aun así la emoción sigue presente por los pitones de los astados y la dificultad para ponerse en paralelo.

Juan Pablo Villanueva lleva desde los 18 años siendo fiel a su cita con el encierro. Ahora tiene 34 y únicamente falló en una ocasión por unas oposiciones que se cruzaron en su camino. El pasado 8 de julio se atrevió, junto a su amigo Daniel Saiz, a ponerse delante de los animales de la ganadería de Cebada Gago, una de las más terroríficas por su comportamiento y por el historial de cornadas que acumulan a su espalda.

«En cuanto entras al recorrido notas una tensión y un ambiente que no hay en ningún otro sitio», declara Villanueva. En el momento del cántico dice que todo el mundo se queda en silencio en una ciudad que vive envuelta en ruido las 24 horas de los días de fiesta. «Impone, porque en esos minutos también ves las caras de tensión y a la gente encomendándose a quien puede».

Desde que Hemingway diera a conocer al mundo este evento no se ha dejado de multiplicar el número de turistas y asistentes que se atreven incluso a entrar en el recorrido de los toros. «Pese a que fuimos un lunes había mucha más gente de la que pensábamos», apunta Saiz. Él lleva cuatro años cuadrando los días que le deja libre el trabajo para ir. Es partidario de ubicarse en el final de la calle Estafeta con la curva de Telefónica porque allí «se abre más la anchura y veo más fácil llegar a los toros».

A Juan Pablo Villanueva también le gusta ese último tramo. En el de Cebada confiesa que le tocó caer al suelo cuando estaba ya casi viendo el ruedo de la plaza pero se levantó y logró finalmente «coger toro». Esta expresión se refiere a ponerse prácticamente a la par del astado sintiendo el riesgo de sus afiladas cuchillas. «Una vez corrí en la Estafeta pero no me gustó, era una pelea que no me correspondía».

Los empujones, los codazos y la competición por ocupar el mejor sitio son una constante que destaca este burgalés al que muchos conocen por su faceta de recortador profesional. «En la plaza yo asumo el miedo que quiero asumir, pero en Pamplona dependes más de lo que hay alrededor tuyo que de lo que tú quieras hacer».

A Daniel Saiz en más de una ocasión le han visto por la tele mientras corría. «El lunes se me cayó un toro justo al lado y decidí apartarme, porque uno de Cebada Gago suelto da mucho respeto». Si tuviese que quedarse con uno de los encierros que ha corrido destaca el primero «por la sensación única que viví en el cántico; es un ambiente inigualable». Villanueva, por su parte, recuerda impactado el 13 de julio de 2013, día en el que se formó el famoso tapón a la entrada del coso pamplonica. «Vi más de cien zapatillas de personas que habían ido sacando, fue una escena como de película de guerra».

Desde ese 2013 el encierro solo ha hecho que evolucionar. El antideslizante y el entrenamiento de los toros en las fincas hacen que los tiempos se hayan reducido y los heridos sean la mayoría contusionados. «El toro tiene que ganarse el respeto», concluye Villanueva aludiendo a las manadas que apenas amenazan a los mozos.