Los proyectos de parques eólicos en la comarca llegan sin cesar y están haciendo saltar muchas alarmas, pero dos de ellos están concentrando las críticas y los temores de quienes desean preservar el patrimonio arqueológico que conservan dos singulares espacios, el Cerro de la Maza, que comparten la Merindad de Valdeporres y el Valle de Valdebezana, y Peña Dulla, también repartido entre Valdeporres y la Merindad de Sotoscueva. En el primero la firma Villar Mir Energía quiere instalar 8 molinos de 6,2 MW cada uno en el parque llamado Estacas de Trueba, a pesar de que este emplazamiento ya tuvo informe ambiental negativo en el año 2006. En el segundo, Naturgy Renovables prevé 14 aerogeneradores en el parque Merindades.
El colectivo Burgos pide paso ya se ha dirigido a Patrimonio para alertar de lo que podría significar un gran destrozo de los yacimientos allí localizados y que atesoran multitud de restos «de interés para el conocimiento de las sociedades de la Edad del Hierro, el conflicto de las Guerras Cántabras y el posterior proceso de romanización del norte de Burgos». Sus integrantes aseguran que «en ambos proyectos no se tiene en cuenta en ningún momento la presencia de estos yacimientos arqueológicos», que se verían especialmente afectados por «remociones de tierra, apisonamientos del terreno, construcción de vías de acceso, soterramiento de tendidos eléctricos» e incluso «la colocación de sobre los restos arqueológicos de varios aerogeneradores» a tenor de las coordenadas que indican sus promotores.
Entre las voces que alertan de la pérdida de patrimonio que podrían conllevar estos dos parques se levanta una especialmente autorizada, la del arqueólogo Eduardo Peralta Labrador, académico por Cantabria de la Real Academia de Historia, experto en las Guerras Cántabras y quien entre los años 2000 y 2002 dirigió las prospecciones y sondeos realizados en el castro de La Maza, en el campamento romano de La Muela y en parte de Peña Dulla. Peralta no duda en afirmar que hará lo posible «por evitar que los aerogeneradores destruyan el magnífico Opidum cántabro» que se asienta sobre 20 hectáreas del Cerro de la Maza, un castro de la Edad del Hierro con forma amesetada triangular que descubrió el investigador de Reinosa, Miguel Ángel Fraile, a finales de los 90.
Piezas romanas halladas en Peña Dulla. - Foto: Eduardo PeraltaEste castro se denomina Opidum por haber sido «un castro central, la capitalidad de un entorno con otros castros, donde se asentaba la elite», explica el experto, quien en su investigación excavó dos cabañas rectangulares que proporcionaron numerosa cerámica de la Edad del Hierro y materiales de factura romana, «que pueden datarse en los siglos II-I antes de Cristo (a.C.) y llegar hasta las Guerras Cántabras», que se desarrollaron entre los años 29 y 16 a.C. Allí, «algunos autores también señalan la posible existencia de un campamento romano de asedio al castro, pero tendría que ser confirmado por una intervención arqueológica», añade Peralta, dado que esos restos están bajo los que dejó la Guerra Civil.
Este castro permite vigilar el eje de comunicaciones con Villarcayo y Mena, así como con Reinosa y el puerto del Escudo. A 1.165 metros de altitud, el cerro de la Maza, muy visible desde Pedrosa de Valdeporres, fue el mirador privilegiado desde el que en 1937 el regimiento de artillería de la división Fiamme Nere, del Ejército italiano observó los inicios de la batalla de Santander. Según explica Peralta, «el propio Francisco Franco y el general Dávila o los generales italianos estuvieron sobre la Maza contemplando los bombardeos de las posiciones republicanas que cerraban el paso hacia el Escudo».
dulla, la gran joya. Pero donde el daño podría ser mayor incluso, a juicio del arqueólogo, es en Dulla, «un espacio excepcional porque fue testigo de un asedio del final de las Guerras Cántabras, es el único que se conserva de este periodo y permanece intacto». Allí envió el emperador Augusto a sus mejores generales y «tal vez la de Dulla fuera una de las campañas de Agripa, el mejor general de Augusto, que vino a acabar con la sublevación de los pueblos cántabros».
Las monedas romanas del año 24 a.C. allí localizadas junto al «excepcional armamento», así como decenas de clavijas de tiendas de campaña in situ, puntas de flecha, fíbulas para sujetar el ropaje romano, e incluso plomos de una broma (herramienta de topografía romana) dan fe de un larga batalla. «En Puerta Quintanilla se ven multitud de cantos rodados, los proyectiles arrojados por los cántabros y que no son originarios de Dulla, que es terreno calizo, así como grandes bolaños de piedra que lanzaban los romanos con catapultas», rememora Peralta, sabedor de que «todos los grandes castros fueron vaciados, asediados y destruidos por los romanos».
Al mismo tiempo, lamenta que este yacimiento repartido entre casi 200 hectáreas «ni siquiera está declarado BIC» y está sometido a un expolio constante de los furtivos. Peor aún, critica como la Junta de Castilla y León dio al traste y «obstaculizó con todo tipo de exigencias absurdas la investigación que intentamos realizar de forma gratuita un equipo de arqueólogos burgaleses y cántabros, formado por Ignacio Ruiz Vélez, Ramón Bohigas y yo». De aquello hace dos años y medio. En 2017 DB se hacía eco de la denuncia presentada contra dos hombres que acabaron devolviendo 168 piezas de origen romano, que se habían llevado de Dulla con la ayuda de un detector de metales. Todas ellas fueron depositadas en el Museo de Burgos. Pero otra valiosa y «singular pieza» no ha podido ser recuperada. Se trata de una espada de la Edad del Bronce Final (desde 1.250 hasta 900-700 a.C.), localizada en el Cerro de la Maza, que aún sigue en manos ajenas, aunque hay constancia gráfica.
El arqueólogo y Burgos pide paso consideran en La Maza y Dulla hay evidencias de numerosos yacimientos arqueológicos aún por investigar, pero el primero critica que «ha habido una especie de conspiración del silencio sobre estos yacimientos».