Un negociador nato que utiliza el diálogo dentro y fuera de la Unión Europea para intentar conseguir los objetivos marcados por el bloque. Así es el nuevo presidente del Consejo, el portugués António Costa, que tomó posesión del cargo el pasado 29 de noviembre en un momento donde tendrá que lidiar con tres importantes frentes: las guerras en Ucrania y Oriente Próximo y la llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos.
Este reto no le es completamente nuevo, ya que el recién elegido tiene a sus espaldas una larga carrera política en la que ha demostrado sus habilidades como intermediario y constructor de acuerdos y en la que ha sabido fraguar una buena relación con líderes europeos de todo el espectro político.
Su conocida aspiración de lograr un cargo en los Veintisiete se convirtió en realidad la semana pasada y se sumó a una amplia trayectoria en la que fue desde alcalde hasta primer ministro, con un breve periplo en el Parlamento Europeo como vicepresidente.
A Costa no le han penalizado en su carrera europea las sospechas judiciales que lo llevaron a dimitir como jefe del Gobierno luso hace más de un año, tras estar en el cargo desde 2015, a raíz de una investigación de la Fiscalía portuguesa por supuestas irregularidades en negocios de litio e hidrógeno verde. El organismo no presentó pruebas contra él, lo que desinfló el caso ante la opinión pública y, aparentemente, ante los líderes europeos.
Desde entonces, ha pesado más el camino que fue construyendo a lo largo de casi una década como uno de los líderes de los Veintisiete en el Consejo Europeo, donde supo cultivar buenas relaciones en todo el continente, que le serán útiles a la hora de encarar futuras negociaciones.
No solo se lleva bien con socialistas como el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, sino que también tiene sintonía con dirigentes de otros espectros políticos como el dirigente francés, Emmanuel Macron, o la propia Ursula Von der Leyen.
Sus buenas relaciones llegan hasta el hueso más duro de roer del actual Consejo, el húngaro Viktor Orbán. En verano de 2023, el luso voló a Budapest y se sentó junto al líder magiar para ver la final de la Liga Europa, un acto que no constaba en su agenda oficial y que levantó críticas en su país.
Mediador pragmático
Desde su asiento en el Consejo Europeo, Costa asumió una postura de mediador pragmático y defensor de soluciones de consenso, pero también demostró que no le tiembla la mano cuando hace falta firmeza.
En marzo de 2020, cuando la UE luchaba contra la crisis de la pandemia, criticó la «mezquindad» de un ministro neerlandés que sugirió que se investigara a países como España por no tener capacidad presupuestaria para hacer frente al virus, una respuesta que levantó los elogios entre varios socios europeos.
Otra de sus cartas de presentación ante el bloque fue la Presidencia portuguesa del Consejo de la UE del primer semestre de 2021, deslucida porque durante los primeros tres meses su propio país estuvo confinado por la pandemia, pero que aprovechó para enfatizar el Pilar de Derechos Sociales y proyectarse como puente para las buenas relaciones de Europa con África, Asia y Latinoamérica.
Aunque al frente del Consejo tendrá un papel de búsqueda de consensos más que de imponer sus opiniones, en los últimos años Costa dejó claro a los líderes sus posiciones sobre el futuro de la UE.
Así, insistió en la reforma institucional y presupuestaria de los Veintisiete y propuso una especie de plan de recuperación y resiliencia permanente para compensar la pérdida de fondos de cohesión de algunos países tras la futura ampliación.
Su postura al respecto fue uno de los factores que más han pesado en su contra para su elección, cuando la opinión cada vez más mayoritaria en la UE es una apuesta firme por la adhesión de Ucrania.
Costa defendió en su momento que atribuirle el estatuto de candidato no resolvería sus problemas urgentes, por lo que insistió en que la UE no puede crear «falsas expectativas» a Ucrania, lo que le valió críticas por «ambiguo».
También se manifestó en defensa de la solidaridad entre Estados ante la crisis migratoria, otro de los temas que marcarán la próxima legislatura europea y que puede chocar con las posturas de los mandatarios más a la derecha.
Su carácter calmado y su habilidad negociadora serán necesarios durante la futura Presidencia estadounidense de Donald Trump para defender los intereses de la Unión tanto en materia comercial como de defensa.
El nuevo inquilino del Consejo se suma a la lista de portugueses que ya han ocupado otros cargos en la UE, con mayor o menor acierto, como José Manuel Durão Barroso, que presidió la Comisión entre 2004 y 2014, y Mário Centeno, que lideró el Eurogrupo entre 2018 y 2020, en lo que se entendió como un premio a la trayectoria financiera que siguió Portugal bajo el Gobierno de Costa.
Precisamente, el socialista pudo formar ese Ejecutivo gracias a sus dotes de negociador, al alcanzar un pacto inédito entre la izquierda lusa para apear a los conservadores del poder. Ahora le toca promover esos consensos a nivel continental.