Las buenas sensaciones se cumplieron y el chef burgalés Ricardo Temiño acaba de conseguir su primera estrella de la Guía Michelin y la cuarta para la gastronomía burgalesa. Lo hizo ayer, cuando su nombre se escuchó en el transcurso de una gala celebrada en el Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas de Murcia, a cuyo escenario subió para colocarse la tradicional chaquetilla blanca, que distingue la excelencia en el mundo culinario, rodeado de los grandes de la alta cocina nacional.
Temiño recibió el Óscar culinario por el restaurante que lleva su mismo nombre, integrado en el establecimiento de la nueva La Fábrica, ubicada en la calle San Juan número 3. «Demuestra que siempre se puede ir un poco más allá», destacó la organización respecto a ese espacio gastronómico que «eleva conceptualmente su propuesta desde un punto de vista introspectivo», añadiendo en este sentido su «inspiración en las grandes rutas históricas que atraviesan las provincias y su propia travesía vital».
Algo intuía el cocinero burgalés de lo que finalmente pasó en el evento conducido por la periodista y presentadora Ainhoa Arbizu después de que este lunes manifestara a este periódico que «si no te invitan es cuando no te lo dan». Ahora, con el premio ya confirmado rebosa emoción. «Es uno de los días más bonitos de mi vida porque son muchos años currando», aseguraba en conversación telefónica momentos después de terminar la gala y sin dejar de pensar en quienes le han acompañado en este camino.
Temiño recordó a su abuela, «mi fan número uno», a su mujer, Cristina Lázaro, porque «estamos juntos en los momentos buenos pero también en los malos, que hay muchos», a sus hijos, quienes siguieron el evento por televisión, y a su madre, «que siempre me ha apoyado en cada locura que he querido hacer». Pero la familia no fue la única a la que quiso dedicar este galardón. «Es un éxito de mi equipo. Me siento muy orgulloso de todos y cada uno», manifestó.
A partir de ahora, su objetivo pasa por «mejorar cada día», pero «con los pies en el suelo porque no nos vamos a olvidar de dónde venimos y lo que nos ha costado llegar». «Tengo ganas de llegar a Burgos, ponerme la chaquetilla y trabajar», reconocía desde la motivación que, según precisó, supone entrar en este club de estrellas.
Para explicar ese camino al que se refería hay que remontarse a 2014, cuando arrancó una experiencia empresarial que bautizó como La Fábrica en la calle Briviesca y con la que ya cosechó un Sol de Repsol. Hace solo dos años decidió abandonar esa ubicación para crecer profesionalmente, y también en espacio, con su proyecto de San Juan número 3, que incluye dos restaurantes (uno de ellos con su nombre) y en el que combina los platos clásicos con fusiones internacionales, al tiempo que muestra su personalidad a través de la calidad del producto y la técnica del autor.
(Más información, en la edición impresa de este miércoles de Diario de Burgos o aquí)