Está a punto de cumplir una década de historia, pero La Regadera todavía tiene cuerda para rato. Así lo ha demostrado el grupo mirandés durante el último curso, en el que ha llevado a cabo en torno a medio centenar de actuaciones, repartidas por un sinfín de puntos del mapa, y en las que ha puesto a tararear sus canciones incluso a los ciudadanos franceses o neerlandeses. Eso sí, tanta actividad también desgasta, como reconoce Diego Hernández, la segunda voz de la banda. Según explica, «ha sido uno de los años más duros» que han tenido, «ya no solo por la cantidad de conciertos» sino porque ha llegado tras el fuerte parón de la pandemia que casi les hizo acostumbrarse a «estar en casa con la familia».
Pese a ello, Hernández pone el acento también en el cúmulo de positivas experiencias que han logrado acumular durante el ejercicio que acaba de cerrarse. Desde su punto de vista, «profesionalmente ha sido uno de los mejores años», por lo que no esconde que están «muy contentos». Y es que el miembro de La Regadera resalta que se siente «bastante orgulloso y agradecido de poder hacer lo que te gusta y llevarlo a tantos países, comarcas, ciudades, pueblos y villas».
Ese es uno de los motivos por los que La Regadera continuará dando guerra durante su décimo aniversario, que se celebra este 2024. Hernández asegura que van a «seguir tocando», aunque matiza que lo harán «menos». En este sentido, comenta que entre todos los miembros de la banda han acordado «descansar un poco» con el objetivo último de «poder ir al local y componer, para preparar otro trabajo y hacerlo bien, con tiempo y con calma». La segunda voz de la banda apunta que nadie ha compartido ninguna partitura nueva, pero explica que tanto él como Gonzalo Madrid, el cantante, siempre están «con ello» y anticipa que «ahora llega el momento de llevar las ideas al local y, entre todos, empezar a formar algo».
A diferencia de su siguiente disco, que sucederá a No Pienso Luego Existo, la banda tiene bastante más clara la hoja de ruta en lo relativo a sus próximos conciertos. Hernández insiste en que «la idea es no pegarse de nuevo la paliza durante todo el año», sin embargo, anticipa que ya cuentan con algunas fechas cerradas. Por ejemplo, La Regadera volverá a subirse a la tarima albaceteña más mítica de todas, la del Viñarock, y después viajarán por diferentes «festivales o fiestas de ciudades y pueblos».
Lo harán todavía con el regusto de su última actuación, una de las más especiales que han protagnizado a lo largo de 2023. En su ciudad, cómo no. El 23 de diciembre La Regadera atrajo a centenares de mirandeses a la Fábrica de Tornillos para despedir su año musical. Sobre ello, el miembro del colectivo describe que «cada vez que tocas en Miranda es como si un equipo de fútbol jugara en su ciudad, no hay color». Hernández describe que, conforme se subieron a la tarima del recinto municipal, «la gente se volvió loca solo con decir buenas noches» y remarca que actuar en su hogar «siempre es muy emotivo, porque ves a la familia, los amigos o los vecinos».
Las restricciones de aforo no fueron un impedimento para que los asistentes vibraran de la mano de la banda mirandesa por antonomasia. La segunda voz recuerda, además, que en aquella ocasión «se notaba que la gente estaba más cómoda que otras veces, porque si metes 800 personas en un sitio así están más apretados y en el último concierto estuvieron holgados».
Pero hubo otro ingrediente añadido, al margen del calor transmitido por los asistentes, que convirtió a aquella cita en un concierto diferente. Hernández reconoce que, si cabe, el evento del pasado 23 de diciembre «fue más emotivo porque se marchan algunos miembros del grupo y eso es algo que te toca la fibra y te deja un sabor agridulce». En cualquier caso, describe que «son etapas o fases» y los que se quedan les han despedido «con todo el cariño».