Elena Mykytchuk se topó en plena luna de miel con una compatriota ucraniana que le contagió en el acto la que, con el tiempo, se convertiría en una de sus grandes pasiones: el bordado artesanal de cuadros. «Me llamó tanto la atención que le pregunté cómo lo hacía y cuando volví a Ucrania empecé a coser yo también», explica Mykytchuk en el salón de actos de la parroquia San Josemaría Escrivá, de cuyas paredes cuelga buena parte de la colección en la que la artista ha trabajado durante las últimas décadas. Y, a veces, para rematar un único cuadro. «Tengo alguno que me ha llevado hasta quince años», afirma.
En un principio, Mykytchuk bordaba solo para sí misma. Elegía obras que le gustaban, de temática popular y religiosa, y se dedicaba a coser los minúsculos abalorios sobre la tela, para dar forma a paisajes, rostros o animales. «Todo son abalorios de colores cosidos uno a uno con hilo», explica, matizando que la costura «es lo que más tiempo lleva». Especialmente, por la dificultad que implica el conseguir que las cuentas reflejen las formas y expresiones de la obra original. «La tela viene preparada, pero hay que trabajar mucho para conseguir que quede bien», apunta. Así, tanto técnica como destreza determinan los tiempos que hay que dedicar a cada pieza, pero Mykytchuk no oculta que ella, que lleva lustros bordando piezas, todavía tiene que dedicar «alrededor de un año a las más grandes».
Cada pieza es un ejemplo de artesanía ucraniana, pero también una muestra de la paciencia y minuciosidad que atesora Mykytchuk, quien se siente orgullosa de todos y cada uno de los cuadros que exhibe y vende en la parroquia del barrio de Cellophane. Pero si se le pide que destaque alguno, elige una imagen de La Última Cena o una réplica de La amazona, del pintor ruso romántico Karl Briulov. «Siempre elijo piezas que me gustan y que transmiten», dice, matizando que, en este caso, le atrajo la complejidad de la obra, cuyo original puede verse en la Galería Tretiakov. «Tiene mucho trabajo por todo el detalle de la jinete», explica, en alusión a los pliegues de la falda, el caballo en movimiento y la niña expectante en el balcón.
Ahora bien, esta embajadora de la artesanía ucraniana no siempre puede bordar todo lo que le gustaría, dado que ha de escoger entre las telas preparadas para esta disciplina, que tampoco son fáciles de adquirir. «Solo puedo comprarlas en Ucrania, en España no las encuentro», dice Mykytchuk, quien vive en Burgos desde hace casi veinte años.
En este tiempo ha generado abundante producción, por lo que consideró que este final de año podía ser un buen momento para compartir parte de su trabajo y venderlo. Así, habló con el párroco de San Josemaría Escrivá y organizó la exposición, que cerrará las puertas este sábado. «Hay obra de entre 400 y 1.000 euros, tanto enmarcada y preparada para colgar como en tela, directamente», apunta la artista, matizando que, entre las piezas en tela ya hay una de su hija, de 8 años y a la que ha transmitido su pasión por el bordado.