«Orgullosos, sincera y legítmamente orgullosos de contar en Burgos con una factoría de tanto rango y tanta importancia como ésta que ayer puso en funcionamiento GASEOSAS LA CASERA, nos complacemos en felicitar cordial y sinceramente a esta gran firma nacional y a los caracterizados y emprendedores hombres que ha puesto al frente de esta nueva fábrica. No sólo por la perfección y acierto que han presidido la realización de todas las instalaciones -modelo entre las más modernas en su género- sino por cuanto significa para el auge constante y engrandecimiento industrial de la Cabeza de Castilla». Este inspirado párrafo, mayúsculas incluidas, pertenece a la crónica de una página entera que este periódico dedicó el 4 de septiembre de 1957 a la inauguración en la calle Enrique III del barrio de San Pedro de la Fuente, de la «modernísima» fábrica» de gaseosas que llegaba a la ciudad de la mano de la empresa local Carbónica Burgalesa.
En el acto estuvo presente, «desplazado exprofeso desde Madrid para el acto» el emprendedor Félix Duffo, que en 1949 -ahora se está celebrando el 75 aniversario- había implantado La Casera gracias a un préstamo de 300.000 pesetas del Banco Español de Crédito. En la ciudad apostaron por el refresco Pablo Carcedo García y Carlos Crespo Delgado, conde de Castillo Fiel, a la sazón, consejeros delegados «de la nueva factoría», como se detallaba en nuestras páginas, que se hicieron acompañar en ese día especial con lo más granado de la sociedad burgalesa de la época, incluidas la condesa de Castilfalé, doña Asunción de Vinuesa y Bessón, y la escritora María Cruz Ebro.
«Ahí está ya, escrupulosamente fabricada, la GASEOSA LA CASERA, fresca, espumosa, apetente y presentada con todas las garantías, diáfana, ligera y sutilmente para el consumo general del pueblo español», continuaba DB, que puso mucho énfasis en la modernidad de la maquinaria con la que se dotó y en cómo la presencia de esta nueva fábrica impulsaba la industria burgalesa». Aún no se sabía que La Casera iba a ser algo más que una empresa. De hecho, su presencia en el barrio y su implicación en actividades lúdicas, deportivas y benéficas hizo que se integrara no solo en el paisaje urbano sino en el emocional hasta hacerse imperceptible. Tanto, que la cuesta de la calle en la que se encontraba pasó a llamarse informalmente 'de La Casera' y durante años fue el horror de quienes se examinaban del carnet de conducir por su excepcional inclinación que hacía que los coches dirigidos por los menos avezados se calaran sin remedio.
(El reportaje completo, en la edición impresa de este lunes de Diario de Burgos)