Habían sido primera línea de fuego. Carne de cañón. Estilete casi suicida frente a los nazis en tantas batallas de aquella guerra innombrable. Así que era de justicia poética que el contingente que liberara París fuera el compuesto por aquellos tipos heroicos, duros, secos como disparos. Ninguno de los hombres que entró en la hermosa Ciudad de la Luz aquel mes de agosto de hace ahora 80 años para anunciar a los parisinos que ya estaban libres de esvásticas se llamaba Jean Paul, Étienne, Renaud, Jérémie, Vincent, Bastian o Théodore. No. Sus nombres tenían otras resonancias, acaso más recias: eran Manolo, Pepe, Luis, Antonio, Faustino, Fermín o Francisco, al que cabe imaginar que todos llamaban Paco, como suele hacerse en España con quienes otorgan ese nombre. Todos ellos -ese grupo de españolitos que vinieron al mundo para que se les helara el corazón- han sido homenajeados por Francia con toda la justicia y todo el honor, incluido ese Francisco que ahora se ha sabido que era burgalés, y que iba sobre la tanqueta 'Guadalajara' encabezando la comitiva triunfal por los Campos Elíseos entre una multitud febril que los aclamaba como a dioses.
«En su gran mayoría, no tenían espíritu militar, eran incluso antimilitaristas, pero eran magníficos soldados, guerreros valientes y experimentados», diría un día de ellos el capitán Raymond Dronne, el oficial francés que estaba al frente de la IX Compañía de la 2ª División Blindada Leclerc, conocida como 'La Nueve', la que liberó París del yugo alemán. Fue la suya una gloria efímera: habían combatido durante ocho largos años, primero en su país, España, durante la Guerra Civil, y después en el teatro de operaciones de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, aunque triunfadores en esta última, no consiguieron su anhelo, como recoge Evelyn Mesquida en su libro La Nueve (Ediciones B): «Los supervivientes españoles, vencedores junto a los aliados en la gran contienda internacional, recibieron la victoria al mismo tiempo que la traición: las grandes potencias habían negociado ya con el franquismo. El nuevo orden eliminaba la esperanza de liberar España. Los soldados de ocho años de combate enfrentaron la paz con el sabor de una gran injusticia, presintiendo el comienzo de un oscuro y largo invierno».
Entre aquellos tipos había un burgalés: Francisco Alonso Arenal. Había nacido en el pequeño pueblo de Montecillo, en la Merindad de Montija, en el año 1911, aunque años después residiría en Quintana de los Prados, cerca de Espinosa de los Monteros. Gracias al espléndido blog lasmerindadesenlamemoria, que ha contado con el testimonio de un familiar (un nieto del heroico burgalés) podemos traer a estas páginas su historia. Que está completa salvo una incógnita: nadie ha conseguido ponerle rostro en ninguna de las fotografías que existen de aquel puñado de guerrilleros.
El general Leclerc, en París en agosto de 1944.Convertido en miliciano cuando se produjo la sublevación militar de julio de 1936, combatió como soldado de infantería en la 33 Brigada Mixta, unidad del Ejército Popular de la República que participó en campañas tan terribles como la del Ebro y Cataluña. Fue condecorado, recibiendo el 23 de enero de 1939 la medalla de la II Guerra de la Independencia. Según se ha desvelado ahora, al contrario de lo que se pensaba (que Francisco Alonso Arenal había formado parte del contingente de refugiados que, perdida la guerra, cruzó los Pirineos rumbo a Francia), el miliciano burgalés regresó a casa. Allí fue detenido y trasladado al campo de concentración de Miranda de Ebro, de donde pasó a un Batallón de Trabajadores en Navarra, de donde meses después logró escapar y cruzar los Pirineos. Lo hizo en mayo de 1940.
Se ha sabido que el combatiente burgalés se alistó en la Legión Extranjera el 5 de junio de 1940 en la Intendencia Militar de Gurs. «En septiembre de 1940 llegó a Dakar con el objetivo de recuperar el territorio senegalés. Una vez hecho esto, lo intentaron con el norte de África, empezando por Libia. Casi dos años tardaron las tropas de Leclerc en llegar hasta Trípoli», recoge el blog. Francisco Alonso Arenal desertó de la Legión extranjera el 28 de junio de 1943, después de haber participado en la campaña de Túnez, para alistarse en el Cuerpo Franco de África en Argel, en el Ejército de la Francia Libre, con el nombre de Fernández Alonso. Así fue como acabó integrando 'La Nueve', como se llamó a la 2ª División Blindada Leclerc, creada en agosto de 1943.
Francisco Alonso Arenal embarcó en Mers el Kebir (Argelia) a bordo del buque inglés Franconia el 20 de mayo de 1944, y desembarcó en Greenock (Gran Bretaña) el 31 de mayo de 1944. Dos meses después saldría junto a sus compañeros desde Southampton a bordo del Liberty Ship Edward Sill con destino a Francia: el 4 de agosto de 1944, sus pies hollaron la costa de Normandía. Al frente de Francisco Alonso y sus compañeros se encontraba Raymond Dronne, que conectó pronto con ellos por su conocimiento del español, idioma que había estudiado en Burgos, en los cursos Merimée-De Sebastián.
Otra placa que recuerda a los españoles que combatieron hace 80 años en la Ciudad de la luz. - Foto: Teresa SuárezFiesta en la Ciudad de la Luz. Una vez en suelo galo, los hombres de 'La Nueve' demostraron su genio en la batalla, combatiendo como titanes y capturando alemanes con efectividad. Obra suya fue la toma de Ecouché, uno de los enfrentamientos más cruentos de Normandía, donde varios voluntarios españoles perdieron la vida. Pero París estaba cada vez más cerca. Y a pesar de que para los americanos su liberación no era primordial, Leclerc defendía su importancia por el alto valor simbólico de la capital. Siempre como avanzadilla, Dronne y los españoles de 'La Nueve' se presentaron a las puertas de la Ciudad de la Luz el 24 de agosto, topándose con una dura resistencia germana. Entonces, Leclerc ordenó a Dronne que su compañía intentara filtrarse en la ciudad. El capitán dividió a su batallón: un grupo llegó hasta las puertas del Consistorio parisino, bastión de la Resistencia, y pidió refuerzos.
La tanqueta 'Guadalajara', en la que iba Francisco Alonso, fue la primera en entrar en la ciudad; la siguieron el resto: 'Teruel', 'Ebro'... A las diez de la noche ya tañían festivas todas las campanas en París. Dronne recogería en sus memorias la alegría de los españoles esa noche: «Qué emoción para aquellos hombres, combatientes de la libertad. París era un extraordinario símbolo para ellos». Esa noche, el capitán les oyó cantar las últimas estrofas de '¡Ay Carmela!', aquella canción llena de melancolía que evocaba otra guerra y otra tierra. Al día siguiente aún hubo algunos combates en determinados barrios de París, en los que participaron los españoles con su acostumbrada efectividad: el saldo de prisioneros de 'La Nueve' ascendió a 12.000.
El general De Gaulle quiso agradecer el papel de los españoles concediéndoles el honor, el día 26, de encabezar el victorioso desfile militar por los Campos Elíseos desde el Arco de Triunfo. Fue su momento de gloria. La mayor parte de los 146 españoles de 'La Nueve' no llegaría a ver el final de la guerra, ya que morirían antes de alcanzar Berschtesgaden, la residencia alpina del Führer, el 'Nido del Águila'. «Fue para mí una inmensa satisfacción y un gran honor haber sido compañero de tales hombres (...) Los voluntarios españoles de 'La Nueve' contribuyeron a escribir una gran página de la historia con su valor y su sangre. Tuvieron la gloria de entrar los primeros en París, de participar en el camino hacia Estrasburgo, y de terminar su epopeya en Berchstesgaden. Jalonaron su itinerario con las tumbas de sus muertos (...) Tuvieron el valor del soldado, pero también un valor cívico. (...) Fue para mí una inmensa satisfacción y un gran honor haber sido compañero de tales hombres», escribió Dronne en sus memorias.
Francisco Alonso Arenal sobrevivió. Y aún siguió un tiempo al pie del cañón: siguió a Leclerc cuando éste se marchó a combatir a Indochina -Vietnam, Camboya, Laos-. «Francisco Alonso llegó a Saigón a bordo del Ville Strasbourg el 14 de octubre de 1945. Herido un mes más tarde, regresó a la unidad en el sureste de Vietnam. En febrero de 1946 se hallaba en Tokin, después Hanoi y el 8 de octubre de 1946 en el buque Pasteur volvió a 'casa'; terminaba la vida de armas que se llevó por delante su juventud». A su regreso fue encarcelado. Pero al cabo recobró la libertad. Se casó en 1950 y tuvo dos hijas, Amelia y Pilar. Tuvo este héroe de Montecillo hasta ahora anónimo una vida longeva. Falleció en Madrid en 2001. Honor y memoria para Francisco Alonso Arenal.