Cuando España entró a formar parte de la Unión Europea, pocos podían imaginar en este país que la evolución de la historia nos llevaría hasta el punto en el que estamos. España venía de recuperar, como quien dice cuatro días atrás, la democracia y las libertades tras décadas de dictadura, y quizás por eso, echar la vista atrás era recordar conflictos que la sociedad prefería enterrar para siempre. La idea de una guerra o de una gran crisis eran cosas del pasado, algo que la sociedad no quería ni volver a mencionar. Ante la actual situación, es inevitable que anuncios como el que acaba de hacer la Comisión Europea el ciudadano sienta cierta incomodidad. A nadie le gusta pensar en la posibilidad de una guerra o nuevas crisis. Sin embargo, Europa pide ahora con toda claridad que haya en todas las casas un kit básico de supervivencia capaz de sostenernos durante 72 horas sin ayuda exterior. Aunque sorprenda, varios países europeos llevan años haciéndolo, pero aquí sigue pareciendo algo casi exagerado. Un kit así no debería provocar alarma, sino tranquilidad. Países como Alemania o Suecia, con una cultura ciudadana de protección más desarrollada, recomiendan desde hace tiempo tener radios con pilas, dinero en efectivo, documentos importantes, ropa de abrigo o productos básicos de higiene. En España va a costar verlo así. No es difícil que el ciudadano piense que estos kits son cosas de películas apocalípticas o que solo aquellos obsesionados por la seguridad son los que van a recurrir a ello. Aceptar que la vida cotidiana se vea alterada por situaciones extraordinarias es complejo a pesar de que acabamos de pasar una crisis energética, los conflictos se han vuelto más cercanos o aún tenemos en la retina la pandemia por el coronavirus. Por todo ello, la propuesta europea ha de ser entendida como una llamada de atención. No se trata de meter miedo, aunque algunos así lo perciban, sino de reconocer que el mundo vive un tiempo convulso. Aceptar esta recomendación no debería significar rendirse al miedo ni exagerar los peligros. Más bien supone dar un sentido práctico a la realidad, esto es asumirla con madurez. El kit de emergencia debería considerarse tan normal como quien tiene un botiquín en casa.
Quizás el error es que llega en un tiempo convulso, y sería más fácil que estas sugerencias llegaran fuera de tiempo de tempestades, aunque la sociedad sería mucho menos receptiva a estas sugerencias. Europa está apelando a una mayor conciencia, invitando a pasar de la improvisación a una cultura de la prevención. La seguridad ya no puede ser solo un asunto de las autoridades o de las instituciones. Cada persona tiene ahora la oportunidad de asumir una pequeña responsabilidad que, aunque pueda parecer incómoda, a largo plazo debería garantizar tranquilidad y autonomía.
La pregunta real es si la sociedad está dispuesta a afrontar lo imprevisible con sorpresa cuando ya sea demasiado tarde.