Corsarios y piratas en La Habana

R.P.B.
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La editorial Renacimiento publica las últimas investigaciones del historiador cubano-burgalés Carlos Alberto Hernández Oliva

Corsarios y piratas en La Habana

La Habana, siglo XVI. La capital del Nuevo Mundo. La joya del Caribe. Pero también las más codiciada por los imperios que aspiran a dominar el globo terráqueo. España es la gran potencia, pero tiene enemigos: Francia e Inglaterra, principalmente. «Por su ubicación y funciones en el entramado de la Carrera de Indias, fue asediada y atacada en varias ocasiones. El objetivo de los enemigos de España era apoderarse por la fuerza de los codiciados galeones que trasladaban en sus bodegas valiosas cargas. De eso trata este libro: el siglo XVI, el de la fundación y consolidación, transcurrió entre amenazas, incendios, cañonazos, ataques y muertes. Armas, estrategias de navegación, defensa, fortificaciones y barcos fueron puestos a prueba con intensidad. Sin embargo, se impuso la voluntad de los habaneros, inmunes a todas las adversidades, y La Habana llegó a ser ‘Llave del Nuevo Mundo’, ‘Antemural de las Indias Occidentales’».

El historiador y escritor cubanoburgalés Carlos Alberto Hernández Oliva se zambulle en la trepidante historia de la capital de Cuba durante el azaroso siglo XVI en Corsarios y piratas en La Habana, que acaba de publicar la editorial Renacimiento dentro de su colección ‘Isla de la Tortuga’. «Necesitaba documentar los primeros años del corso y la piratería sobre La Habana. Leerme todos los documentos que pudiera encontrar, revisar exhaustivamente las fuentes secundarias y contrastar. Necesitaba una idea personal, resultante de un estudio propio», explica Hernández. 

La Habana se convirtió en el eje principal del Sistema de Flotas, tanto que a partir de 1561 quedó fijado por ley que todos los barcos que hicieran el tornaviaje, debían reunirse en su puerto para conseguir fuerza en la unión, señala el historiador. «De ahí que un elemento importante en su historia sean los ataques que sufrió desde muy temprano. Primero para capturar uno o dos barcos, luego para saquear un pobre villorrio, más tarde flotas con decenas de barcos cargados de oro, plata y miles de mercancías». 

Aunque afirma que el siglo XVI en La Habana está estudiado, aún hay muchas cosas que se desconocen. «Las razones están relacionadas con lo que han sufrido las fuentes documentales en la isla, en el propio XVI. Antes de 1550 desaparecieron la mayoría de los documentos, muchos quemados por Sores, otras por inclemencias del clima, algunas por la limitación en cuanto a recursos para conservarlos. Desde el mar, más o menos lo que yo estudio [Carlos Hernández fue fundador y director del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de La Habana], la ciudad siempre estaba en vilo, para lo bueno y lo malo. Quise recoger esa parte humanista a través de las firmas de algunos de sus personajes más relevantes: Juan de Rojas, Ponce de León, Texeda, Rada... hispanohabaneros sobre los que se levantó la ciudad». 

Admite el historiador cubanoburgalés que siempre sintió fascinación por los barcos. «Todo llegaba a La Habana en barcos. Imaginar galeras entrando al puerto a remo... Es fascinante. Las defensas siempre jugaron un papel fundamental. Era tremendo conseguir cañones o fusiles para defenderse y no es un secreto que la casa de los Rojas estaba mejor protegida que la propia fortaleza, al menos durante un tiempo. Era vital fortificar para prevalecer. Las armas dan una idea de lo que se interponía entre la vida y la muerte. Estar en igualdad de condiciones, capacidad para combatir e incluso sobrevivir: no es lo mismo un sablazo sobre el pecho desnudo, que sobre un coselete», señala. El libro incluye una cronología de los ataques e intentos de ataque a La Habana, que no era el espacio geográfico que es hoy, ya que «sus cotas se extendían mucho más allá». 

El ataque de 1543 del francés Jean-François de la Rocque de Roberval, uno de los más importantes, está muy bien documentado y le da pie al autor para deslizar una tesis: «Me inclino por un error y/o propaganda por parte de los españoles para levantar la moral de su gente. Es muy duro aceptar que el gobernador de La Habana en esa época le escriba al rey y no hable de una victoria de sus armas».Asimismo, documenta el ataque de otros francés, Jacques Sores, en 1555, destacando la participación de los nativos, «algo poco explorado en esa época. Sores arrasó, mató a destajo, y por gusto. Creando un precedente sangriento que imagino estaba en la mente de Pedro Menéndez de Avilés cuando en 1565 decidió, siguiendo las órdenes de su rey, acabar con la vida de los franceses que pujaban por un espacio en tierras norteamericanas», apostilla. 

El libro, en suma, propone una aproximación a aquellos convulsos tiempos. Porque Hernández Oliva tiene clara una cosa: «La Habana de ese siglo continúa siendo un enigma en muchos aspectos».