Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


Ultras

08/03/2024

Soy un fanático irracional de mi equipo de fútbol. He dicho y hecho muchas tonterías para defenderlo en lo deportivo y en lo extradeportivo. He discutido con amigos y familia como si fuera el máximo accionista y me estuviera jugando una fortuna personal. Pero en la vida se me ocurriría pegarme con los aficionados del rival. Porque ya tenemos una edad, porque en realidad es un juego y porque los del pueblo de al lado, obviamente, son igual de tontos o de listos que los del nuestro.

Viene esto al caso del resurgir mediático de los ultras del Burgos CF, tras la brutal agresión al chaval de Valladolid que murió absurdamente tras un puñetazo criminal en La Flora. Fuera o no un homicidio por motivaciones de odio o futboleras (el club reaccionó de inmediato expulsando de por vida al detenido), los periódicos de más allá del Arlanzón han descubierto que aquí también hay grupos violentos que las han armado pardas en tiempos recientes: incautación de barras de hierro, cables de acero, puños americanos y bengalas en la primavera de 2022 y pelea multitudinaria con más de 60 detenidos en noviembre de ese mismo año.

Y esto indica que sí, aunque parezca increíble en una ciudad de 180.000 habitantes que siempre ha presumido de ser tranquila y cuyo principal equipo ha penado durante años compitiendo en divisiones menores, aquí también hay zumbados que utilizan el balompié como excusa para liarla contra quien sea y en cuanto pueden.

Comprendo perfectamente la fascinación que despiertan el espectáculo de las bengalas, los cánticos de exaltación patriotera, las banderas al aire, el sentimiento de pertenencia al grupo durante la ronda de cervezas previa a los partidos y la animación que trasladan luego a las gradas, pero hay que atar muy en corto a los grupos radicales porque tienen la naturaleza del escorpión

En esto el Madrid y el Barça fueron ejemplares. Cortaron por lo sano con sus grupos ultras. Acabaron toda colaboración con ellos y dejaron muy claro que ya no eran bienvenidos en los fondos. Ahora no se alienta ni más ni menos, se canta distinto, las familias pueden ir tranquilas a ver el espectáculo deportivo y los estadios se han vuelto un lugar mejor para todos… menos para los macarras.

Contra esa gente, tolerancia cero. No se puede conceder ni medio metro a los violentos. Si no les dejas en fuera de juego ya es imposible evitar que te goleen.