Mecerreyes recuperará sus hornos de cal para exhibirlos

B.A. / Mecerreyes
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Hace más de un siglo que se dejaron de usar para obtener esta materia prima tras la cocción de piedras calizas del entorno. Tienen registrados cinco entre sus bosques y comenzarán por señalizar una ruta y reproducir dos de ellos

En uno de los caleros mejor conservados aún se mantiene en pie la base construida con piedras. - Foto: Patricia

La producción de cal en hornos es una vieja tecnología cuyo origen se atribuye a los romanos hace más de 2.000 años. A través de la cocción de la piedra caliza a temperaturas superiores a los 900 grados obtenían esa cal viva que destinaban después fundamentalmente a usos constructivos. Andalucía y Mallorca son los puntos del país donde se encuentra el mayor número de antiguos caleros, como se denomina a estos hornos; en la Comunidad de Madrid estiman su registro en más de cien; y en nuestra provincia el referente es Mecerreyes, donde tienen localizados cinco entre sus bosques de sabinas y sobre los que gira un bonito proyecto de recuperación para devolver a la vida también una parte de la historia de la localidad. 

Óscar Alonso, respaldado por la Asociación Cultural Mecerreyes, lidera con entusiasmo esta iniciativa. En la década de los 90, tras conversar con pastores del municipio, logró situar en el mapa estos singulares espacios que a ojos ajenos aparentan un montón de piedras apiñadas en el suelo o unos singulares agujeros con paredes de rocas, aún bien colocadas, en los mejores conservados. En cualquiera de los casos hace falta imaginación para visualizar como era en ellos el proceso de producción de la cal, por eso desde este colectivo tienen la aspiración de restaurar dos que se encuentran contiguos y señalizar una ruta a pie que conduzca hasta el paraje donde están situados, a unos dos kilómetros y medio del municipio. 

El proceso no es sencillo porque se dejaron de prender hace aproximadamente un siglo «y ya no queda nadie vivo en el pueblo de los que los utilizaron», añade Óscar Alonso, que mantiene que tampoco hay documentación escrita sobre ellos en Mecerreyes, aunque si han recopilado datos de otras provincias. «Hemos hablado con los hijos de aquellos que los explotaban, que algo han rememorado de oídas, y también con Laureano, un señor de Retuerta que recordaba estos hornos de cuando era niño». 

Óscar Alonso muestra el tipo de piedras que usaban para levantar la cúpula del horno.Óscar Alonso muestra el tipo de piedras que usaban para levantar la cúpula del horno. - Foto: Patricia

Con ello, y con los vestigios de estos hornos, han recreado como eran para tratar de reproducirlos. Tenían un diámetro de unos tres metros, una repisa donde se apoyaba la bóveda de piedras que iban construyendo y una pequeña boca por donde prendían y alimentaban el fuego. «No tenían mucha altura porque no les podía dar el aire», añade Alonso, cuya idea es recrear uno al completo y dejar otro por la mitad, tipo sección. Su intención es hacer algo similar al Museo del Carbón al aire libre, donde hay dos carboneras diferentes para hacer más fácilmente visible el procedimiento. Ello supondrá la puesta en valor de los propios caleros y también el de un oficio desaparecido, el de la obtención de cal viva de rocas calizas con este sistema. Se explicará a través de diferentes paneles. 

Mecerreyes era una localidad de oficios: canteros, carboneros, carreteros... y también albañiles. Eran estos últimos los que en las temporadas sin trabajo, fundamentalmente en los meses de invierno, elaboraban la cal en estos hornos, de propiedad comunal y ubicados en el monte, por lo que el mismo horno era usado por diferentes albañiles. Sobre una base que se mantenía en 'cada hornada' levantaban una cúpula con piedras entre varias personas -se ayudaban los unos a los otros- y en unos 3 ó 4 días completaban ese trabajo. «Buscaban las más blancas, a las que no les hubiera dado mucho el sol», cuenta Alonso, que especifica que el horno estaba ardiendo «durante tres días y dos noches».

Vigilancia. A lo largo de este periodo tenían que alimentar el fuego (que debía de ser fuerte y que avivaban con madera del entorno), vigilar que la cúpula no se hundiera o que no se cociera demasiado. «Y si necesitaban refugio podían cobijarse en las cabañas que había en torno a las carboneras y que estaban cerca». Después, había que dejarlas enfriar y pasados unos días se retiraban con cuidado, ya que se deshacían con facilidad. «Al cocerse las piedras calizas se convertían en cal viva. No las podía dar el agua, así que las metían en sacos y las bajaban al pueblo, seguramente con la ayuda de burros y carros, para almacenarlas», relata. El producto obtenido (de media 1 kilo de cal por cada 4-5 de piedra) era para su uso en la construcción o para blanquear o sanear espacios, no lo vendían. 

Ese camino, que con esfuerzo recorrían aquellos albañiles hace más de un siglo, es también la ruta que desde la asociación quieren marcar. De hecho, limpiarla de maleza y colocar las señales para que se pueda llegar hasta los caleros, es uno de los primeros pasos que quieren dar. «Partirá de una senda de 17 kilómetros, que rodea el pueblo y se llama Cuna del Buen Conde y atravesará la Cañada Real Burgalesa», relata Óscar. Sin duda, el paseo en si es ya un regalo y durante el camino se pueden observar dos singulares ejemplares de sabinas, que llaman la atención por su gran altura respecto al resto de las que hay a su alrededor. 

Todos los caleros se encuentran situados dentro del Parque Natural Sabinares del Arlanza-La Yecla, desde donde conocen y apoyan este proyecto, como afirma Óscar Alonso. «Esperamos contar con su apoyo económico, aunque todavía no sabemos el coste exacto que supondrá», dice. La iniciativa también cuenta con el respaldo de la Oficina Verde de la Universidad de Burgos, cuyo director, Luis Marcos, ya ha visitado los caleros.