«Oí mucho que el fútbol femenino ni era fútbol ni femenino»

MÓNICA PURAS (SPC) / Burgos
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El sueño de dos hermanas, Isa y Susana Uriarte, se hizo realidad el día que inscribieron en la Federación al Rayo Burgalés como equipo de fútbol hierba femenino

Isa Uriarte, pionera del fútbol femenino burgalés. - Foto: Luis López Araico

El sueño de dos hermanas se hizo realidad el día que inscribieron en la Federación al Rayo Burgalés como equipo de fútbol hierba femenino, después de no haber cejado en su empeño y después de haber tenido que escuchar sucesivas veces en el tiempo una cantinela machista como que «el fútbol femenino ni era fútbol ni era femenino». Isabel y Susana Uriarte habían mamado fútbol por los cuatro costados. Y no pararon hasta que lo consiguieron. Eso sí, con ayuda, generalmente masculina, porque era lo que había. «Había que escuchar tantas cosas. Machirulos, insultos... Era un mundo de hombres, pero también hubo hombres que nos ayudaron», relata. 

El padre de Isa y Susana, Uriarte, procedía de las Arenas de Vizcaya, equipo en el que militó varias temporadas hasta que fichó por el Burgos y se quedó prendado del amor de una burgalesa y formó una familia. «Mi madre siempre cuenta que de luna de miel fue a ver todos los campos de fútbol de España», asegura Isa, que puntualiza que el Bar Gaona, que regentaba su abuelo, fue el que unió a sus padres y dio tanto juego a que ella y sus hermanos amasen por y para siempre el balompié. 

El inicio de lo que es una bonita historia ya ha cumplido 30 años, los mismos que tiene su hija Kiara, porque Isa, además de ser pionera del fútbol hierba burgalés también fue pionera en eso de conciliar ser madre con entrenar y con jugar al fútbol y en la élite. 

«Cuando ya por fin arranca el Rayo Burgalés, yo tenía 22 años y me quedé embarazada. Entonces me perdí casi dos temporadas, aunque acompañaba con mi tripa al equipo, incluso entrenaba con mi marido a escondidas», confiesa, además de agradecerle «su total apoyo, porque cuando volví al equipo tenía una niña, trabajo y... Sin él hubiera sido imposible», añade.

La etapa que más le marcó deportivamente fue la que jugó con el Multiópticas, «te das cuenta de que eso ya es otro nivel. Íbamos a grandes ciudades. Nos alojábamos en hoteles. Aunque al principio los campos eran unos barrizales, pero luego ya era otra movida», argumenta.

A su padre, por desgracia, lo perdió pronto «a los 13 años» y le pudo enseñar poco. «Era más como un mito. Era mi referencia. Mi hermano también jugó al fútbol. Pero el que más me enseñó de fútbol fue Juanjo Ronda», explica. 

Según iban transcurriendo los años (estuvo jugando durante una década) su posición en el campo fue variando. Primero jugaba más adelante, pero fue echándose atrás hasta terminar de defensa central. 
«Las más veteranas íbamos dejando sitio a las jóvenes. Yo no era muy técnica, era más de físico, así que podía entrenar lo que me echaran, pero las florituras no se me daban bien. Disfruté mucho de central, la verdad».

El recuerdo más bonito es jugar con tu hija en el mismo equipo y darle el pase de su primer gol» 

Ha pasado mucho tiempo desde que abandonó con 33 años el equipo. Lo suyo, y lo del resto de compañeras, «era pura pasión». De haber vestido otra camiseta hubiera sido la de 'leona' del Athletic de Bilbao, «aunque a mí no me tentaron a ese nivel», asegura, aunque jugó varias veces con la elástica de Castilla y León, que «siempre fue una bonita experiencia».

Encuentra similitudes con el fútbol actual y es que, «de momento, las chicas son duras y no juegan por dinero. En el masculino. ¡Hay tanto negocio! », señala.

«Yo estoy muy orgullosa de mi época como futbolista. Recuerdo mi primer gol porque perdimos 9-1 contra un equipo de Madrid. Y el único dinero que he ganado con el fútbol fue en la Copa de la Reina que el patrocinador nos premió con 5.000 pesetas si ganábamos en semifinales y ganamos (ríe). Todavía conservo amigas de entonces, porque convivías a todos los niveles... Mi carácter es de esfuerzo tanto en el campo como en la vida», expresa con rotundidad. 

Con la misma entereza que en sus 10 años de trayectoria nunca sufrió una lesión, más allá de un pequeño esguince o tirón que le impidieran jugar un partido. 

Lo de ser entrenadora lo deja para su hermana Susana, «a mí me gusta jugar», aunque ha logrado transmitir su 'locura' por el deporte a su hija. «Hemos hecho de todo: fútbol, fútbol sala, frontón, escalada, squash, bici, correr... He sido muy plasta con mi hija y el deporte», y es con Kiara su mejor recuerdo como futbolista, «ella jugaba en el Capiscol en Liga Regional y hubo dos temporadas que las lesiones les jugaron una mala pasada y jugué con ella. El primer gol que metió Kiara fue un pase mío... Inolvidable», recuerda, aunque «perdimos 4-2, pero aun así fuimos muy felices», concluye. 

A Isa le encantaría que hubiera pronto una quinta generación Uriarte, futbolera, o al menos, deportista.