Empezó un poco antes, en 1990. Unos chavales (y chavala) flipados con según qué sonidos alternativos que llegaban de Estados Unidos y Gran Bretaña se juntaron para tocar en Granada. La ciudad andaluza no es cualquier lugar para la música española, posee una tradición que pesa (mucho): 091, Lagartija Nick, Enrique Morente, Joe Strummer de The Clash pululando por allí... En ese ecosistema exquisito ellos aportaban ruido, distorsión y habilidades técnicas (muy) justitas. Aprenden , más o menos, a tocar y a componer, se hacen músicos en Los Planetas; no tienen experiencia previa ni cosechan, de entrada, mucha comprensión y apoyo en su ciudad. Si les dicen entonces en qué acabaría la historia mandan al guano al mensajero, sin duda.
Pero no tardan en sonar fuera. Disco Grande y Diario Pop (Radio 3) empiezan a pinchar sus maquetas y se colocan en la primera línea de la incipientísima escena independiente española, la que luego acabó superpoblada, a la que después pertenecieron todos, la que ni siquiera se llamaba así. En 1992 formaron parte del cartel de la gira Noise Pop, tour primitivo de varias bandas que recogía el espíritu de ese movimiento que, con un sonido a la contra de la década anterior, volcaba en ecos distorsionados la voz de la generación que corría las cortinas del mundo.
Un año después, concurso de la revista Rock de Lux (segundo puesto), y grabación de su disco de debut, Super 8, con una compañía multinacional (RCA). Fueron los primeros; el 'indie' que surgió para dar cabida a la cultura que no entraba por el tubo de los circuitos comerciales se hizo mayor de la mano del enemigo, de la industria con mayúsculas. Las disqueras grandes habían olfateado sangre y no querían perderse el festín, todas deseaban fichar su banda alternativa.
Así, Los Planetas, J. (voz y guitarra), Florent (guitarra), May (bajo) y Paco (batería), se encerraron en el estudio con el productor Fino Oyonarte (bajista de Los Enemigos) y de aquella salió Super 8, publicado el 13 de junio de 1994, para muchos el hito fundacional del 'indie' español, la referencia primera de un movimiento que desde los márgenes ha devenido, quizás, en la corriente principal de la música (y otros palos de la cultura) en este país.
Super 8, que todavía hoy aguanta bien una escucha, no fue un superventas, ni de lejos, hubo que esperar hasta el pelotazo de Dover y su Devil Came to Me, en 1997, para que el 'indie' español reventase el mercado de verdad. Pero colocó más ejemplares que cualquier otro disco similar, consiguió atraer mucho foco de todo tipo y fue un acontecimiento: apariciones televisivas (algunas dignas de ver -Youtube-), portada en El País de las Tentaciones, biblia del moderneo del momento y, sobre todo, la sensación de que algo nuevo y grande se estaba cocinando.
En Burgos. Con esas credenciales y ese runrún de fondo se presentaron Los Planetas en Burgos el jueves 27 de octubre de 1994. Estaban aún, como banda, en ese momento maravilloso previo a la ascensión (anunciada pero pendiente) en la que todo huele todavía a amateur e inocente, como le sucede hoy día a Alcalá Norte, el siguiente grupo que subirá la cielo 'indie' español. Su bolo era en la Sala Was, en la plaza de los Castaños, uno de los rincones más hermosos del centro de la ciudad. A este mitiquísimo local de rock&roll burgalés se accedía descenciendo unas empinadas escaleras que desembocaban en un espacio con ladrillos blancos en las paredes. El sitio no era muy grande, 150-200 personas de aforo, tenía una mesa de billar y, como era costumbre en la época, había una nube de humo propia de una madrugada de noviembre londinense.
El que esto escribe, que empezaba en este negocio, pudo entrevistar a la banda aquella tarde-noche (estábamos todos igual de nuevos) para Diario 16 Burgos; la cosa fue cercana, agradable, nada que ver con la distancia que marcaron después con los medios. No tenían complejo en reconocerse como un grupo no profesional con un directo que estaba haciéndose y al que no se le podía exigir más. En aquella época se les acusaba de fríos sobre las tablas. La bajista, May Oliver, tímida hasta el extremo, tocaba de espaldas al público, en un gesto a veces mal entendido. J. lo tenía claro: «No somos un espectáculo. Simplemente tocamos canciones y queremos que la gente se emocione con ellas. No somos actores ni artistas de circo, solo músicos». Y eso es lo que vieron y escucharon las 150 que asistieron al concierto, la puesta en escena de sonido crudo y sobriedad plena en la que solo cabían la emoción de una música que, como pasa en ocasiones, estaba conectando con el sentimiento de su generación. «Si está bien, si es tan fácil, ¿por qué duele así?, ¿por qué duele así por dentro?», cantaba J. en Si está bien, siendo todos y cada uno de los que habitamos el mundo. Y lo hacía en castellano, una auténtica rareza en la naciente escena alternativa, donde imperaba el inglés (acento guachigüey candemor, todo hay que decirlo). Defendían sin complejos su fichaje por una multinacional y eran conscientes de que su desempeño abriría puertas, o daría con ellas en las narices, a otras bandas. Hablaron del presente y del futuro: «Hasta ahora hemos estado de gira dando conciertos todos los fines de semana. En otoño vamos a dejar un poco el directo y grabar un EP de cuatro canciones que saldrá al principio del próximo año», decía Paco refiriéndose a lo que sería Nuevas sensaciones.
Ese mismo año, 1995, la bola planetera alcanzó velocidad de crucero. Actuaron en el primer FIB (Festival Internacional de Benicasim) ante 8.000 personas junto a grupos como Australian Blonde o los británicos The Charlatans o Supergrass. Vinieron después otros discos fundamentales, Una semana en el motor de un autobús (1998), cimas y abismos, cambios en la formación (en la que sobreviven J. y Florent) y la consolidación como popes máximos del 'indie' nacional, signifique eso lo que signifique actualmente. Paralelamente sucedió su idilio con Aranda y el Sonorama, donde han estado presentes en las ediciones de 2000, 2005, 2007, 2010, 2014 y 2017. Este año regresan con la gira aniversario de Super 8, que arrancó en mayo en Murcia. Un tour en el que despertó todo tipo de rumores la ausencia del batería Eric Jiménez y el teclista Banin, habituales de la banda durante lustros, que tampoco han sido remplazados por los miembros originales. Esas cosas de la música.
Coincide la gira este 2024 con el estreno de la película Segundo premio, de Isaki Lacuesta, que ficciona los comienzos del grupo granadino y que da idea de su impacto (musical y casi filosófico) en la cultura española de las últimas décadas, más allá de que a cada cual le gusten más o menos, le entusiasmen o le aburran.
«Podemos irnos juntos / Lejos de este mundo tú y yo / en un viaje por galaxias / infinitas hacia el sol», así, con los primeros versos de De viaje arrancarán Los Planetas su actuación este miércoles en el Sonorama. Ya se verá si es un mero ejercicio de nostalgia o si surge, aunque sea por un instante, la energía, la atmósfera cruda y emocional que buscaban aquel jueves burgalés de 1994, cuando todo estaba por venir y todos éramos mucho más jóvenes.