El área de aparcamiento de autocaravanas de Gamonal se ha convertido en pocos años en un 'camping' de autocaravanas y, a medida que crece este fenómeno turístico, el espacio que la ciudad ha reservado para el mismo se va colmando de este tipo de vehículos, a cada cual más grande y espectacular.
El aparcamiento disuasorio, pensado en su día para aliviar el caos automovilístico del barrio, se ha llenado de grandes vehículos que no son ni del barrio ni tampoco de la ciudad. El caos sigue ahí y la solución planteada no disuade para nada, sino que atrae más y más turistas con su casa a cuestas, sobre todo en los meses de verano y los puentes.
Cada noche duerme en las traseras de las Torres el equivalente a la clientela de un hotel con todas sus habitaciones al completo y a unas cuantas mesas de restaurante. Cada cual en su vehículo, aunque ahorran en desagües, pues todos vierten sus humanos desechos en un mismo punto, situado a escasos metros de una acera, una fuente pública y de un parque con columpios. En su día, frente a esta toilette a gran escala hubo un mercado de frutas y verduras de gran éxito.
Vaya por delante mi respeto a este turismo y a la gente educada que mayoritariamente lo practica. Dicho esto, no entiendo la barra libre, sobre todo, por parte de los ayuntamientos (que cobran por respirar a sus vecinos).
Nos estamos devanando la cabeza para hacer ciudades con menos coches y damos vía libre a gigantes de cuatro ruedas que traen el hotel y el restaurante a cuestas. Damos mil vueltas a campañas turísticas que llenen habitaciones y mesas y apostamos por un nomadismo de táper que no hace ni lo uno ni lo otro.
Quizá, para hablar con propiedad, sería necesario un estudio sobre lo que suma o resta este tipo de turismo a Burgos. ¿Qué riqueza genera? ¿Qué empleo sostiene? ¿El de la gasolinera? Nadie sabe.