La escena típica y tópica de aquellas series de televisión americanas de los años 80 y 90 no están muy alejadas de la realidad. También en Burgos los bomberos tienen que salir en ocasiones del Parque para atender la llamada de un ciudadano que requiere de sus servicios para rescatar a un gato que ha quedado encaramado en la copa de un árbol o, como el caso que ocupa, que se quedó atrapado en un hueco entre la puerta y la persiana de una conocida clínica podológica de la avenida del Cid.
No se puede decir que el rescate fuera complicado, pero sí que los bomberos tuvieron que decidir entre dos males: o abandonaban al felino a su suerte o tiraban de rotaflex y cortaban la persiana del negocio, que aquellos días se encontraba cerrado por estar su plantilla de vacaciones.
Los bomberos, ni cortos ni perezosos, optaron por cortar la persiana metálica, de la misma manera que en otras actuaciones, por asuntos de diversa índole, se ven obligados a tirar un tabique o elementos de una fachada que corren el riesgo de venirse abajo y representan un peligro para los viandantes. En esta ocasión, el criterio que primó fue el del bienestar del animal.
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