La búsqueda en el cerro del castillo de la iglesia de San Román, una suerte de Santo Grial burgalés, dará comienzo por fin en septiembre después de varios años de intentos frustrados por la falta de fondos. El Ayuntamiento de Burgos va a aprovechar el plan de empleo municipal para destinar personal a las labores de excavación de este arcano, cuyas últimas noticias datan de su voladura por los franceses durante el asedio de las tropas de Wellington en el otoño del año 1812. «Es un proyecto importante y largamente perseguido. Estamos preparando el expediente para la dirección arqueológica de la excavación con el fin de que el grupo de personas que se destine a estas labores puedan empezar en septiembre», explica el concejal de Cultura, Fernando Gómez, que recuerda que las dataciones radiológicas efectuadas en la zona permitieron detectar restos de muros. «Suponemos que ahí, en esa zona, debajo del Mirador del Castillo, está esa iglesia que fue tan importante y que posiblemente data de la época en la que estaba también allí asentada la judería», señala Gómez.
En cuanto a la extensión del templo, se calcula que podría haber tenido 43 metros de largo por 14 de ancho.El templo era uno de los hitos del Camino de Santiago y era lugar de paso de peregrinos que iban rumbo a Compostela. Se conoce muy poco de su estilo e incluso de su distribución, toda vez que su documentación desapareció con la voladura.
El asedio
En su estudio titulado Burgos, tapón de los aliados, el historiador burgalés Diego Peña recoge con todo lujo de detalles el asedio de las tropas del duque de Wellington a la fortaleza burgalesa ocupada por los franceses en el otoño de 1812. «Iniciado el ataque a las 4,30 horas de la tarde del día 18 con la voladura de la mina bajo la terraza que soportaba la iglesia de San Román, los portugueses y españoles (1º de Asturias) al mando del coronel Brown avanzaron hacia la brecha abierta en tres columnas. ‘La primera columna tomó la brecha con mucho ardor e hizo retroceder a los granaderos que la defendían, a continuación ascendió el reducto que estaba detrás y alcanzó hasta el terraplén del reducto, delante de la trinchera interior que el gobernador había hecho construir. Pero el capitán de Voltigeurs Vellermet, al frente de su compañía, se lanzó contra el enemigo al grito de: Vive l´empereur! Y los atacó de frente a la bayoneta , al mismo tiempo que los defensores del segundo recinto les cargaban igualmente por el flanco. Este doble ataque tuvo un completo éxito y los ingleses fueron expulsados más allá de las brechas con una pérdida considerable’. La segunda y la tercera columnas no tuvieron mejor suerte y fueron igualmente rechazadas. La tercera, no obstante, se refugió en la propia iglesia de San Román expulsando a sus defensores. Ante esta previsible circunstancia, el ingeniero jefe Pinot había preparado una serie de hornillos en la base de los pilares del templo. Cuando los asaltantes habían tomado totalmente esta posición, ordenó que se les diera fuego, y cientos de soldados aliados, principalmente españoles, fueron sepultados bajo sus escombros».
Según Peña, el número de hombres sepultados en la iglesia de San Román «podría ascender a varios cientos». En total, subraya en su estudio el historiador burgalés, el asedio supuso para Wellington la pérdida de más de 2.000 hombres, muchos de ellos oficiales, por 621 de los franceses.