Esa maravillosa gente rara

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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Lucía, Rafa y Héctor, tres jóvenes con Asperger, cuentan cómo ven el mundo, qué quieren para su futuro y cómo sobrevivieron al acoso escolar, que es mucho más prevalente en este grupo de personas

Rafa, Lucía y Héctor. - Foto: Luis López Araico

Conviene escuchar muy atentamente a Lucía Nieto cuando habla. Tiene 18 años y sus objetivos profesionales están dirigidos hacia materias como la psicología o la neurociencia que son, como ella misma los llama, sus focos de interés: «Creo que me gusta intentar entender los cerebros porque el mío es extraño y porque es una forma también de entenderme a mí misma. Además, me atrae la diversidad; que las personas tengan capacidades especiales y formas diferentes de ver el mundo. Pienso que es muy enriquecedor». Cuando sea mayor quiere tener su propia empresa -probablemente un gabinete o consulta de psicología para explorar 'cerebros extraños'- porque asegura que no quiere que nadie le dé órdenes. «No quiero trabajar para otra persona porque me gusta controlar las cosas», afirma con una rotundidad que contrasta con una voz sorprendentemente dulce.

Hasta aquí se podría pensar que Lucía es muy precoz para su edad y que tiene una seguridad en sí misma inaudita y hasta un punto de arrogancia. Nada de eso es así. Lucía ha conocido recientemente -ya no se habla de diagnóstico- que tiene un trastorno del espectro del autismo, concretamente autismo de nivel 1 (lo que antes se conocía como síndrome de Asperger o autismo de alto funcionamiento) y lo ha hecho después de visitar a muchos profesionales diferentes que no daban con el marco en el que encuadrar las rarezas de esta joven de bonitos ojos castaños. 

Las personas que conviven con esta condición se caracterizan por tener una forma de pensar rígida que les resulta muy útil en actividades que requieren atención a detalles o repetición de patrones, pero que les supone un obstáculo para hacer tareas que exigen flexibilidad o búsqueda de alternativas. Son fieles a las rutinas que realizan rígida y repetitivamente porque les  dan seguridad pero limitan su comportamiento dificultando la adaptación a los cambios o las situaciones novedosas o poco previsibles. 

(El reportaje completo, en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)