Con el dolor se puede aprender a convivir. Olvidarlo, jamás. La macabra huella que deja el terrorismo en sus víctimas es imposible de borrar. Bien lo sabe la familia de Carlos Sáenz de Tejada, el guardia civil burgalés al que ETA asesinó en la localidad mallorquina de Calviá hace 15 años. La banda colocó un artefacto explosivo en los bajos de un vehículo oficial que pretendía llevar al taller junto a su compañero Diego Salvá. Fueron las dos últimas vidas de las más de 800 que segó el grupo criminal. Los responsables nunca respondieron a la justicia. Y eso es algo que ahonda en el desamparo de la madre y las hermanas del agente de la Benemérita. La esperanza de que algún día se sienten ante un tribunal es prácticamente nula.
La madre de Carlos, Esther García, cumplió con el ritual de cada 30 de julio. Acudió al cementerio, colocó un centro de flores con la bandera de España y no pudo evitar emocionarse con las primeras llamadas de cariño de amigos, compañeros y familiares. «Es un día muy malo y raro. Ya desde por la mañana he visto una foto de cuando mis hijos eran pequeños y me ha dado mucha tristeza. Recibo mensajes de gente, lo que emociona mucho, pero es duro», confesaba a este periódico.
«Es un dolor que no se olvida, que nunca terminas de aceptar», explicó con la voz entrecortada al igual que lo hizo el año pasado ante decenas de amigos, compañeros y familiares en un acto de recuerdo en la calle que lleva el nombre de su hijo. Muestras de cariño que le agradan, pero que no colman su anhelo: la justicia. «Se han hecho muchos homenajes, pero el mayor que podrían hacerle es encontrar a sus asesinos». Algo en lo que, apostilló, ha perdido casi todas las esperanzas. «No va a ocurrir», repitió hasta en cinco ocasiones.
Y no será, aclaró Esther García, por los esfuerzos que la Guardia Civil ha puesto siempre para intentar dar con los responsables del atentado que acabó con la vida de Carlos Sáenz de Tejada el 30 de julio de 2009. La situación política actual, añadió, es la responsable de que haya perdido toda la fe. «Esto ya se ha olvidado. El Ministerio del Interior no va a mover un dedo para cogerles. Esto se pasó y los más de 300 crímenes que han quedado sin resolver van a seguir de la misma forma», lamentó. De hecho, en ella reina la sensación de que se quiere pasar página sin que los asesinos paguen por lo que hicieron.
«A Carlos le han homenajeado muchas veces y eso ayuda a evitar que se olvide lo que ocurrió. Ha sido lo mejor de estos 15 años, que nos hayan mostrado tanto cariño. Pero hay que recordar que ha habido a muchos que no les han hecho ningún acto. Algunos de sus féretros los tenían que sacar de noche. De esos guardias civiles tendrían que acordarse mucho más», sentenció.
¿Y si les encontraran? ¿Y si los responsables de tal cruel atentado tuvieran la decencia de confesar? La madre del guardia civil asesinado tiene muy claro, siempre lo tuvo en realidad, de que querría plantarse ante ellos. «Me gustaría verles las caras. No sé cómo reaccionaría, porque soy como un volcán. Seguramente muy mal. Les echaría en cara todo lo que nos han hecho», aseguró.
(El testimonio completo, en la edición impresa de este miércoles de Diario de Burgos o aquí)