Relevos que mantienen los pueblos vivos

R.E. MAESTRO
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La transferencia de negocios permite que pese a las jubilaciones se conserven servicios vitales para el medio rural y las ayudas de Sodebur ya han permitido este año preservar seis, entre ellos un estanco, un supermercado o una panadería

La histórica panadería de Basconcillos del Tozo se mantiene tras la jubilación de Gerardo gracias a la iniciativa de Pablo. - Foto: Luis López Araico

Un pueblo se mantiene gracias a sus servicios, pero cuando las persianas de un negocio se bajan resulta muy complicado que los vecinos vuelvan a verlas levantadas de nuevo. Precisamente, para que no se apague su luz y la población pueda continuar disfrutando de esa actividad, Sodebur ha lanzado una línea de subvenciones que permitan garantizar el relevo.

La primera resolución de la convocatoria para fomentar la transferencia de negocios en el medio rural alcanzó a seis nuevos emprendedores con una ayuda total de 114.000 euros que han conseguido movilizar hasta 311.000 euros. En cuanto al tipo de negocios beneficiados son de lo más variados e incluyen supermercados, panaderías, estancos, establecimientos de hostelería o gestorías. 

Sin embargo, quienes aún no han solicitado esta subvención aún están a tiempo de hacerlo. La línea permanece abierta y tendrá una segunda resolución con las nuevas propuestas que se presenten hasta el próximo 28 de octubre. Tiene cabida cualquier empresa ubicada en un municipio menor de 20.000 habitantes, donde el porcentaje de ayuda será de hasta el 70% para aquellas enmarcadas en poblaciones de 300 o menos habitantes y alcanzará el 60% para aquellos con mayor número de vecinos, con el límite máximo de 25.000 euros por beneficiario.

Davinia atiende el estanco y la tienda. Davinia atiende el estanco y la tienda. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

Lanzarse a arrancar un nuevo negocio supone algo más complicado, pero coger uno que ya funciona puede animar más a aquellos emprendedores que desean un futuro en el medio rural, confirman quienes han recibido esta ayuda. Consideran, además, que este tipo de ayudas favorece que más gente se anime a establecerse en los pueblos. Cada uno tiene su historia.

Neli Antemir, de Villadiego
«La suerte es que la tienda funcionaba ya y este verano ha sido una locura»

Considera que el medio rural se alza como el mejor lugar para vivir y por ello en enero decidió dar el paso de aceptar la propuesta de los propietarios que gestionaban hasta ese momento una tienda de alimentación en Villadiego. Pero Neli Antemir no era nueva en esto, ya que durante seis años había tenido su propio establecimiento en Pedrosa del Príncipe. Así, sin salir de la comarca Odra-Pisuerga, puesto que reside desde hace 15 años en Melgar de Fernamental, se muestra muy contenta con su nuevo negocio puesto que reconoce que hasta la localidad acude mucha gente, especialmente durante el verano y los fines de semana. Además, destaca que se trata de uno de los municipios más grandes de la zona y por ello numerosos vecinos van desde los pueblos de alrededor para hacer sus compras.

«Hay mucho movimiento, este verano hemos tenido semanas de locura», asegura, mientras menciona que pese a que la población baja en el invierno durante estos meses la acogida ha sido fantástica.

Tras tener tienda seis años en Pedrosa del Príncipe, Neli ha cogido un supermercado de Villadiego y está muy contenta. Tras tener tienda seis años en Pedrosa del Príncipe, Neli ha cogido un supermercado de Villadiego y está muy contenta. - Foto: Luis López Araico

«No perdía nada intentándolo y además conocía el sector, lo que da un poco más de seguridad para empezar», manifiesta Neli, que piensa que más gente debería dar el paso de coger establecimientos para que se mantengan servicios fundamentales para la población. «Se está más tranquilo en el pueblo, la vida es más fácil y cómoda, vas por la calle y conoces a todo el mundo... además en las ciudades hay más gastos y más historias, que luego si quieres cualquier cosa puedes coger el coche y llegas en nada», comenta, y a su vez opina que en caso de haber más trabajo se animaría mucha más gente a quedarse en los pueblos todo el año. Eso sí, está convencida de que poco a poco cada vez más personas elegirán el medio rural.

Entre las principales ventajas que destaca Neli sobre el negocio se localiza precisamente la de coger uno que ya estaba en marcha. «La suerte que he tenido es que esto lo he cogido funcionando, se puede hacer alguna mejora y ya, como el almacén que hemos terminado», afirma. Pidió la ayuda de Sodebur poco esperanzada porque en otras ocasiones ya ha solicitado pero no se las han concedido. La anterior propietaria entendía que si cerraban definitivamente la gente lo iba a echar en falta puesto que cada establecimiento en los pueblos resulta vital. A eso se suma que había empezado de cero, luchó mucho por seguir y no quería verse obligada a bajar la persiana definitivamente. Por ello, ahora sonríe al comprobar que tiene futuro.

Este supermercado, ubicado en la avenida Reyes Católicos de Villadiego, abre hasta los domingos y festivos, lo que le hace único. Los clientes pueden adquirir todo tipo de alimentos y además entre sus señas de identidad también se encuentra el hecho de ofrecer productos típicos de toda la provincia. «Tenemos buenas expectativas y nos lo merecemos, que tampoco se atreve todo el mundo a intentarlo», confiesa Neli.

Davinia Adrián, de Villalmanzo
«Doy un servicio básico a la gente y puedo conciliarlo con los niños»

La jubilación de la responsable del estanco ofreció la oportunidad a Davinia Adrián hace un año de hacerse con la licencia del estanco de Villalmanzo. Y para dar servicio al pueblo -ya que abría para vender tabaco- decidió mantener una pequeña de ultramarinos, con productos de limpieza y alimentación. «Se están perdiendo muchísimos servicios en los pueblos, pero yo me arriesgué y lo monté», explica. Lleva desde noviembre con la tienda y desde febrero con el estanco, y por ahora también está muy satisfecha con la respuesta de los vecinos. «Los meses de verano ha ido muy bien, en invierno es más relajado, pero estoy muy contenta porque la gente lo ha aceptado muy bien», comenta esta mujer emprendedora.

Davinia siempre ha vivido en el pueblo, pero nunca antes había tenido un negocio propio. Fue el hecho de tener  niños lo que hizo que se decantara por este proyecto, pues le permite conciliar. Contar con un establecimiento de estas características ayuda a que en estos momentos no tenga que depender tanto de tener unos horarios concretos y eso le permite disfrutar de una mayor «libertad» para poder realizar cuestiones tales como las labores de casa o pasar más tiempo junto a sus hijos.

«Es muy difícil empezar, pero al final yo creo que merece la pena», expresa esta vecina de Villalmanzo, que reconoce que la ayuda económica de Sodebur para poder ejecutar la transferencia del negocio le ayudó en gran medida. «Gracias a eso se ha podido hacer de manera un poco más llevadera», asegura. En muchos municipios de la provincia de Burgos se encuentran esta misma situación, pero ejemplos como el de Davinia sirven para mostrar que en el medio rural también existe futuro y que, aunque cueste dar el paso, como ella misma reconoce, luego acaba resultando una experiencia recomendable.

«Se trata de algo muy importante especialmente para que no se pierdan los servicios en los pueblos pequeños y si no se hace nada para cambiarlo pues finalmente se lo acabarán quedando todo los más grandes o las ciudades», desarrolla. Cree que cada uno debe valorar lo que más le compense, pero recuerda que este tipo de proyectos mantienen con vida el medio rural.

Muchas personas mayores no tienen medio de transporte para llegar hasta otras localidades próximas de mayor tamaño para poder realizar sus compras, un inconveniente muy habitual también a lo largo de toda la provincia. Por ello, como dice Davinia, este negocio está diseñado principalmente para ellas debido a que eso también les facilita en gran medida su día a día a la vez que supone una mayor calidad de vida.

Pablo Rodríguez, de Basconcillos de Tozo
«Estudié Física, pero quería venir al pueblo y me quedé con la panadería»

Quería trasladarse a vivir al pueblo, pero reconoce que el empleo se presenta como una de las grandes dificultades para los jóvenes que tienen ese mismo deseo. «Muchos más quieren venir, pero faltan oportunidades», reconoce Pablo Rodríguez. Él estudió Física en Salamanca pero tenía claro que no quería pasar ocho horas diarias delante de un ordenador. Su sueño pasaba por irse a Santa Cruz del Tozo a toda costa y el estallido de la pandemia le sirvió como perfecta excusa para instalarse. Todo ello coincidió con que Gerardo, el dueño de la panadería de Basconcillos del Tozo, se jubilaba y buscaba que el histórico negocio continuara abierto. El joven, de 30 años, no se lo pensó dos veces, se puso manos a la obra y ahora está muy contento con su trabajo.

«Empecé por curiosidad, Gerardo un día me dijo que me enseñaba a hacer pan y me ofreció quedarme el negocio», explica Pablo, que lleva las riendas del obrador desde hace justo dos años. Considera que se alzaba como una buena oportunidad puesto que la panadería ya contaba con un gran éxito y eso resultó mucho más sencillo que empezar de cero. «Un negocio que te lo transfieren es más fácil puesto que ya está la clientela hecha», comenta. Aprendió todas las recetas que ya se realizaban, por lo que la esencia del sitio se ha mantenido intacta. Lo que más le gusta es que se trata de un empleo muy «dinámico» y nunca hace lo mismo. Durante el día a día se trabaja en un ambiente muy familiar, reconoce Pablo, puesto que a la mayoría de personas las conoce, al tratarse de clientes habituales. En ese sentido, destaca que la gente de los pueblos «es muy agradecida» y el hecho de contar con servicios de estas características provoca que «todos respondan muy bien».

El joven emprendedor ha ampliado el negocio y ha apostado por repartir a más tiendas de la capital así como por incorporar nuevos productos. Cuenta con dos empleados fijos en la plantilla, que también gracias a ello han encontrado una forma de vivir en Basconcillos. En total tiene 18 pueblos en su ruta, donde algunos de ellos son de muy pequeño tamaño pero para sus vecinos resulta vital contar con el pan a diario, puesto que de otra manera no podrían acceder a él. «También se trata de que no mueran esos municipios, si quitas el pan matas a los pueblos», asegura, mientras reconoce que ya no pueden abarcar más. En esa misma línea, Gerardo comenta la «pena» que le causaba dejar este negocio sin relevo y se muestra tremendamente satisfecho al ver que sigue funcionando a la perfección.

A la hora de empezar asume que le ayudó en gran medida la subvención de Sodebur y eso también le incentivó a lanzarse a esta aventura. «No me arrepiento para nada», dice, y anima a que más jóvenes den el paso de labrarse un futuro en el medio rural. «Si quieres ir a Burgos estás a media hora y la calidad de vida en los pueblos es muchísimo mejor», defiende.