Esta mujer menuda y resuelta, a la que todos llaman Rosita, se ofrece como ejemplo humano para desmontar uno de los falsos tópicos más repetidos entre los detractores de la movilización del sector primario. Ella no vive de la PAC. Tiene la mayoría de las fincas en renta y la subvención le da para eso. El resto, las letras del tractor, la hipoteca, los abonos... no se pagan solos. «No me ha quedado otra que ponerme a trabajar en una fábrica 4 horas al día», explica, concretamente en la galletera Gullón, de Aguilar de Campoo, a donde acude de 6 a 10 de la mañana en el puesto de una madre con reducción de jornada.

Hace un año que tuvo que tomar esta decisión para hacer frente a la subida de las hipotecas y de la vida y seguir con su proyecto de explotación en Valdeajos de la Lora, donde además de cereal de secano siembra girasol, colza, berzas... Se incorporó en 2015, tras salir de la Escuela de Capacitación Agraria de Albillos, a tiempo completo durante los años precedentes, «porque no lo necesitaba», añade.

Hoy, Rosita se reconoce una aventajada en esto del cuaderno de campo, porque ya hace 20 años que aprendió a hacerlo de su madre. «Lo primero que hice fue buscar una empresa para llevarlo todo al día», explica, pero aún así calcula que se pasa unos 3 meses en el despacho «haciendo papeles», bien de la PAC, bien del seguro o modificaciones del cuaderno de campo.

Y lo entiende. «Yo entiendo que quieran controlar muchas cosas. Lo que no entiendo es por qué no controlan a gente que está jubilada. Yo he tenido inspecciones continuamente en los 5 primeros años de incorporación. ¿Pero por qué me inspeccionan a mí? Que busquen a toda esa gente de sofá, que realmente no lo hace y está cobrando por ello», reclama.

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