La Virgen de las Viñas resucita a un burgalés

Máximo López Vilaboa / Aranda
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Coincidiendo con la celebración de la patrona de la capital ribereña, se rememora el hecho milagroso de la resurrección de un joven burgalés por la mediación mariana en el siglo XVII

Imagen de la ermita de la Virgen de las Viñas hacia 1930. - Foto: Archivo Máximo López

Hoy se celebra el día de la Virgen de las Viñas, una de las advocaciones marianas más antiguas y arraigadas en Castilla, que trasciende desde hace siglos más allá de Aranda y la Ribera. Prueba de esto es uno de los muchos milagros atribuidos a la Virgen de las Viñas y que sobresale especialmente, lo que sucedido con un joven burgalés al que su padre llevaba a enterrar a su ciudad natal. No conocemos el punto de partida de esta comitiva fúnebre pero sí que sabemos que pasó por Aranda y, cuando estaba junto a la ermita de la Virgen de las Viñas, hicieron una parada para asistir a la misa que se iba a celebrar. Y es entonces cuando se produce el inesperado milagro de la resurrección del hijo. El padre Damián Janáriz (1870-1947) nos lo narra así en su Historia y Novena de la Virgen de las Viñas (1924):

«Dirigíase un caballero burgalés a la nobilísima ciudad de su nacimiento y sumido en el más amargo dolor por la muerte de su querido hijo, no hallaba ya otro consuelo que el de ir a enterrarlo en la ciudad que había tenido por cuna; y en efecto, consigo traía el cadáver de su hijo muy amado. Pasando por esta villa y al llegar al punto del camino cercano a la ermita de la Virgen de las Viñas, oye tocar a misa y entra a buscar en lo divino el consuelo que en lo humano no encontraba. Postrado de hinojos ante la imagen santa de nuestra Reina y Madre, suplicábale lleno de fervor que calmara su pena, que abriera su corazón maternal y derramara en su alma atribulada el bálsamo del consuelo. ¿Quién acudió jamás a María que no haya sido benignamente escuchado por la Señora? Estando todavía en oración el piadoso caballero, volvió la vida al cuerpo de su estimado hijo, obrando en él la Virgen el estupendo milagro de la resurrección. No se pueden ponderar las avenidas de gozo que inundaron el alma del buen padre, el cual, en acción de gracias y para perpetua memoria del beneficio, dejó el ataúd en el santuario donde se halló el año 1688 y se mandó custodiar fielmente».

El padre Janáriz narra esta historia como ejemplo del cuarto día de la novena a la Virgen de las Viñas. La meditación de este día lleva por título La Virgen consuela en las aflicciones y tribulaciones”. Leyendo este texto podemos interpretar erróneamente que el milagro sucedió en 1688 pero probablemente fue bastantes años antes. Esta datación errónea puede ser por una incorrecta interpretación de un texto de Aniceto de la Cruz que en 1795 publicó su Historia de la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de las Viñas. Este abogado arandino lo narra de esta manera:

«Un caballero de la ciudad de Burgos transitó por Aranda con un hijo difunto, a quien amaba tiernamente, y cuyo cadáver conducía en un ataúd proporcionado a su estatura, para enterrarle en su patria, y oyendo tocar a misa en la iglesia de Nuestra Señora de las Viñas, próxima al camino, entró a oírla, introdujo el cadáver, e hizo fervorosa oración a la Imagen por su remedio en aquella aflicción; y cuando el triste y devoto caballero estaba con mayor confianza en ella, advirtió haberse servido Dios restituir la vida a su hijo, y en accimiento de gracias, y memoria de tan glorioso y extraordinario beneficio dejó en el Santuario el ataúd, que se fijó en una vigas que servían de lazos a la obra hecha por el rey Don Juan I que se halló en el mismo sitio, aunque comida y gastada la madera del tiempo, cuando se hizo la última referida del año de 1688, y que se mandó guardar y custodiar con el mayor cuidado».

Por tanto, según Aniceto de la Cruz, en 1688 no sucedió el milagro sino que se trasladó de lugar el ataúd por estar corroído por el tiempo.

Esteban Calleja de Pablo en su Historia de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de las Viñas (1896) copia casi literalmente la narración de Aniceto de la Cruz por lo que coincide en el dato de que en 1688 se trasladó el ataúd, siendo el milagro años antes. Esteban Calleja escoge cuatro milagros de la Virgen de las Viñas para ilustrar uno de los capítulos de su libro. Comienza recordando las frases del jesuita padre Croisset que hablando de los milagros de la Virgen decía que igual que las personas de bien son fáciles en creer milagros, son más fáciles los malvados en burlarse de ellos.

Dice que los milagros obrados por la Virgen de las Viñas son multitud pero destacan cuatro: el primero la resurrección del hijo del burgalés. El segundo es la salvación en 1592 de un naufragio del capitán arandino Hernando de Arcaya, cautivo de los ingleses. El tercer milagro es muy conocido, la curación del príncipe de Asturias, el que con los años se convertiría en Felipe IV. El cuarto milagro destacado por Esteban Calleja es el sucedido en 1660. Ante una pertinaz sequía los arandinos habían bajado la imagen de la Patrona a la villa. Cuando pasaban por el arco de la torre de la Calle Cascajar (en la actual Plaza Arco Pajarito), se hundió totalmente sin herir a nadie, pese a lo multitudinario de la procesión.

Los nombres de estos tres autores están presentes en el callejero arandino. El del claretiano Damián Janáriz da nombre a la calle que hay junto al antiguo cementerio de San Gil. Aniceto de la Cruz y Esteban Calleja dan nombre a sendas calles próximas a la ermita de la Virgen de las Viñas, de la que fueron tan devotos.

REPRESENTACIÓN

El milagro de la resurrección del joven burgalés es el único que está representado en el retablo mayor de la ermita de la Virgen de las Viñas. El autor de este relieve es el escultor Valeriano Martínez y lo realizó en 1957. Al margen de la verdad histórica del relato del milagro es buen reflejo de la devoción que han tenido hacia la Virgen de las Viñas no sólo los arandinos sino los muchos viajeros que pasaban junto a su ermita. En los siglos pasados era un caballero burgalés que iba a enterrar a su hijo el que paraba en la ermita. En la fotografía reproducida junto a estas líneas vemos un vehículo parado en la puerta de la ermita allá por 1930. El anónimo viajero haría una parada para descansar en la conducción de su moderno vehículo pero también para rezar una Salve a la Virgen de las Viñas y pedir protección para el viaje.

El milagro de la resurrección del burgalés también se ha puesto como ejemplo de la generosidad de la Virgen de las Viñas con sus devotos, la Virgen siempre da más de lo que se le pide. Aquel padre sólo le pedía consuelo y alcanzó el consuelo definitivo al recuperar a su hijo.