Las jubilaciones del baby boom llegan al comercio de Miranda

ÓSCAR CASADO / Miranda de Ebro
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Esta generación mantiene todavía hoy muchos negocios a pie de calle, pero toca el momento de hallar un relevo que no siempre aparece. En las tiendas ven más complicada la continuidad, mientras que en la hostelería aún se aguanta

María José Tena recuerda que antes de la crisis de 2008 "todo iba estupendamente". El pasado viernes cerró la Colchonería Alcoba. - Foto: Luis López Araico

La generación del baby boom cambió la demografía. Hubo una oleada niños de golpe, luego entraron en el mercado laboral y ahora toca que se jubilen. En Miranda, como en todo el país, se percibe este hito, aunque en una ciudad pequeña como esta el paso al retiro dorado puede hacer que los ceses deriven en lonjas vacías porque muchos pequeños comercios aún se regentan por aquella generación. En el centro hay al menos media docena de establecimiento que acaban de echar el cierre o lo harán pronto, aunque no en todos llegará de manera definitiva. En cualquier caso, la incógnita de saber si llegará el relevo resulta mayoritaria, porque las sagas familiares también aparecen dentro de la lista de especies en extinción.

De todas formas, hay peores sensaciones en el comercio que en la hostelería. En la asociación Acecaa, su presidenta Sonia Araico, reconoce que «lamentablemente vemos que local que se cierra, raramente se vuelve a abrir con la misma actividad». En la parte de la hostelería, Txus Conde, representante de la Cámara de Comercio de la ciudad, reflexiona y opina que sí que existe un relevo dentro de su sector, aunque sobre todo ensalza «que Miranda vive un momento dulce en el mundo de la restauración», con las dos estrellas Michelin presentes y otros restaurantes elevando el nivel local de la gastronomía.

Araico considera que «aparte de la inversión necesaria para coger el negocio, también hay un riesgo posterior». Tras dar el paso, hay que contactar con los proveedores, comprar la mercancía y después está vender, «un reto que hay que asumir en cada temporada y solo nos atrevemos cuatro locos», afirma Araico, quien reconoce que por la evolución social, las compras a pie de calle van a menos. Por este motivo, ensalza que el miedo económico está por encima de otros condicionantes, aunque tampoco ayuda «tener que meter muchas horas». Aun así, piensa que trabajar casi de sol a sol tampoco debe entenderse como el factor determinante, porque «si nos dirían que vamos a tener más productividad pues vale, pero es que tampoco nadie te puede asegurar eso», zanja la presidenta del sector.

En pleno centro  hay media docena de locales que acaban de cerrar o lo harán pronto


En la parte de la hostelería, hay algunos casos de bares que han cerrado sin que se haya conseguido un relevo, «aunque en la ciudad tenemos un buen cultivo de gente joven», puntualiza Conde, quien bromea con que hace unos años «yo era el chavalín», pero ahora hay muchos por debajo de él en la tabla de hosteleros.

Por ese motivo, destaca que en el sector hay todavía músculo para aguantar los cierres que aún vendrán, porque en este sector «el relevo ha llegado de una manera natural», afirma desde la Cámara. De todas formas, también admite que hay ciertos lugares en los que resulta más complicada la continuidad, ya que «los barrios están muriendo» y aunque hay valientes, la zona céntrica de Miranda cada vez absorbe más actividad.

Encarni Duque y Azucena Torres | Tienda de alimentación Delicias

«El barrio va a notar el cierre y ojalá siga abierto»

Encarni Duque y Azucena Torres han iniciado la cuenta atrás. En unos meses se jubilarán y comenzarán «el descanso de las guerreras», bromean. Cada una de ellas suma más de 40 años de trabajo. Lo explican en su tienda de alimentación, Delicias, en la que han pasado los últimos 19 años de su vida laboral. Las dos recuerdan cómo levantaron el negocio, «con muchos nervios», reconoce Azucena, quien rememora vivencias, como que antes de apostar por el local en la esquina entre la calle Condado de Treviño y la de El Cid «estuvimos más de un mes tomando café en el bar de enfrente a distintas horas para ver la gente que pasaba por aquí». 

Su análisis salió positivo «y montamos todo esto de la nada, porque antes había sido una autoescuela, con los suelos de tarima, pero nos pusimos manos a la obra con nuestros maridos para cambiar todo, desde la instalación eléctrica hasta lo muebles», recuerdan, señalando los elementos que aún continúan en pie. En la aventura también se embarcó Pilar Moneo, la tercera en discordia quien venía también de un anterior empleo con las otras dos protagonistas. Moneo valora seguir en el mercado laboral, aunque ya han colocado un cartel de se traspasa en su cristalera. Encarni y Azucena admiten que han tenido interesados, aunque no siempre ven la actitud necesaria. 

Estuvimos más de un mes tomando café en el bar de enfrente a distintas horas para ver la gente que pasaba»

Azucena recuerda que al empezar estaban en un barrio nuevo para ellas «y estábamos de las nueve de la mañana a las nueve de la noche, además de domingos y festivos por la mañana para quitarnos el préstamos», pero «luego bajamos el ritmo porque tampoco podíamos», añade Encarni. Ahora, reconocen las ganas de jubilarse, pero reflexionan sobre sus clientes, la gran mayoría asiduos, por lo que «el barrio va a notar mucho el cierre y ojalá siga abierto, aunque de momento tiene novios, pero cuando ven el trabajo se echan para atrás», lamenta Azucena.

María José Tena | Colchonería Alcoba

«Antes se cerraba un local y se abría otro, pero ahora no»

Miranda pierde a partir de este  febrero una colchonería y también un lugar en el que los artistas locales encontraban uno de los pocos sitios privados en los que exponer. María José Tena ha regentado este espacio durante los últimos veinte años. «Los hice en el pasado septiembre», recordaba, justo antes del cierre el pasado viernes, «aunque tendremos que venir a limpiar y a ese tiempo de cosas», explica para dar por concluida la despedida, de lo que asume que ha sido «una parte importante de mi vida», aunque «tenía claro, clarísimo que me iba a jubilar ahora», admite.

María José huye de dramatismos, «porque esta es una etapa que concluye y ahora empieza otra», define. Eso no quita para que exista una parte sentimental y no esconde que «me voy a acordar de mucha gente y la voy a echar en falta, pero lo necesito». Las dos décadas en el comercio han dejado su poso, también en forma de recuerdos, «en una etapa en la que también he tenido momentos complicados, porque cuando empecé iba todo estupendamente, antes de la crisis de 2008, pero después se aguantó». 

Cuando empecé iba todo estupendamente, antes de la crisis de 2008, pero después se aguantó»

También lo hizo con la pandemia, otro de los obstáculos superados, aunque «esa fue algo diferente». María José enfatiza que de todas formas la fórmula para salir de las dificultades pasa por el trabajo. «Esto es muy sacrificado y hay que estar aquí, mañana y tarde, pero además muchas veces sin premio, porque a veces no hay ni sueldo tal y como están las cosas», aclara.

Junto a la clientela, en estos meses en los que en su escaparate ha lucido el cartel de jubilación, también ha tenido conversaciones con los artistas locales. «Muchos me han comentado que les da pena», afirma María José, quien espera que su local vuelva pronto a lucir con otra actividad, «porque antes se cerraba un local y se abría otro o tenía continuidad, pero ahora la gente no está por la labor, porque las cosas no son como eran antes».

Luz Bartolomé | Muebles El Biombo

«Partimos de cero y hasta aquí hemos llegado»

El cartel de liquidación anuncia descuentos en los muebles de El Biombo. Luz Bartolomé, su responsable, reconoce cierta pena, «porque es una creación nuestra, no tuvimos ni una herencia ni nada parecido, porque partimos de cero y hasta aquí hemos llegado», resume para hablar de una meta que menciona con cierto orgullo, «porque está muy bien y no nos quejamos de la gente de Miranda que nos ha tratado muy bien y también hemos hecho amigos», ensalza sin olvidar las crisis sorteadas. En este céntrico local de la calle El Cid, suman «24 años y antes estuvimos otros cinco en Santa Lucía, pero no vamos a llegar a los 30», explica, «por suerte para mí», bromea. 

De todas formas, asume cierta nostalgia, aunque una de sus empleadas va a continuar en un local próximo más pequeño, «y aunque no estaré en activo sí que daré un poco de guerra», avanza Luz. En un mes aproximadamente «El Biombo se cierra», recalca la propietaria, quien reconoce que en este tiempo de liquidación «lo que teníamos en la tienda se ha vendido casi todo, aunque seguimos trayendo cosas del almacén, porque después de casi 30 años hay unas pocas cositas que no sabíamos ni que teníamos, pero nos faltan, como papeles y las telas, y la gente nos pregunta». 

Mi intención es vender o alquilar la lonja, porque como soy autónoma es mi jubilación»

Luz admite que hay quien pasa «y le da mucha pena porque piensan que Miranda se va a quedar sin nada», aunque en su caso explica que no han tenido intentos, ni seguramente mucho empeño, en traspasar el negocio. Por eso, ahora reconoce que «mi intención es alquilar o vender la lonja, porque como soy autónoma es mi jubilación», ironiza. Ese retiro será otra página «o como dicen los jóvenes otra pantalla, mucho más relajada en la que toca disfrutar», destaca Luz, quien espera que el cierre del que ha sido su casa durante tanto tiempo no se prolongue mucho tiempo y alguien pueda montar otro negocio. 

Olga Cortázar y Rafael Jiménez | Cafetería Momentos

«Hay que ver si los jóvenes tienen la misma paciencia»

Olga Cortázar y Rafael Jiménez han regentado durante 25 años la cafetería Momentos, en el centro de Miranda. Vinculados a la hostelería suman muchos más, por lo que ahora «ha llegado la hora de descansar, en un sector duro y de mucha paciencia», puntualiza Rafael. El trabajo detrás de la barra genera muchos sacrificios y de eso saben un poco. «La gente ve que esto abre doce horas, pero solo cuatro o cinco son productivas», explica el responsable, quien representa uno de esos ejemplos familiares que cada vez resultan más difíciles de ver, porque el sector tiende a crear locales más grandes con más personal.

«De las viejas glorias van a quedar pocos», bromea Rafael, que ve que el cambio de generación está aquí, pero apunta que «hay que ver si los jóvenes tienen la misma paciencia», reflexiona. Con ese ingrediente han superado múltiples obstáculos, «porque nos hemos comido todas las crisis habidas y por haber, porque superamos la que hubo después de las olimpiadas, la del 96, la de 2008 y por último la pandemia». «Esa fue el remate», reconoce Olga, porque las restricciones golpearon muy fuerte «pero no solo a nosotros, también en otros sectores», añade.

Hemos estado 25 años y hemos continuado porque siempre hemos tenido una clientela muy fiel al 100%»

Tras el coronavirus también han visto cómo los hábitos han cambiado. La gente programa más lo que hacer, no acude tan tarde a última hora a cenar y eso «nos ha permitido cerrar antes», admite Rafael. Para completar su recorrido, indican que «hemos estado 25 años y hemos continuado porque siempre hemos tenido una clientela muy fiel al 100%», ensalzan ambos, al tiempo que explican que han visto a gente crecer y también envejecer.El viernes, vivieron su último día, pero durante semanas han tenido «sensaciones encontradas», por lo que dejan atrás, sin olvidar lo que les viene ahora. Además, en la parte positiva no verán el local cerrado, porque pronto anuncian relevo, lo que para ellos también ha sido un alivio.