En vez de evolucionar, los vecinos de Humienta han retrocedido tecnológicamente en el tiempo y sus móviles pasan la mayor parte del tiempo sin cobertura ni datos, solo con llamadas de emergencia, lo que obliga a las familias de los 8 niños que residen todo el año a marcharse a Burgos capital todas las tardes para poder hacer la tareas o exponerse incluso al fracaso escolar, como asegura Arancha que le ha ocurrido a uno de sus tres hijos. "Ha suspendido una asignatura porque no le llegan las tareas digitales y al día siguiente se encuentra con que tiene un 0", se lamenta.
"Antes no es que fuera una maravilla pero había cobertura", aseguran los vecinos que han acudido a la llamada -a voces- del teniente de alcalde, Norberto García, para explicar unos problemas que se han incrementado desde que se desconectó una torreta hace 3 años. "Llevo un año en el cargo y ya solo me falta cortar la carretera. He hablado con la Junta, la Diputación, las compañías.... Da igual", se queda desesperado. Como técnico de Cruz Roja ha tenido que colocar un amplificador en la zona alta de su vivienda para buscar el servicio.
Jésica podría teletrabajar, como asistente social, pero no se atreve. "No me arriesgo y menos cuando tengo una llamada importante. Solo vengo en verano y veo las limitaciones que tiene la gente todo el año", apunta, para explicar que dentro de su casa la cobertura es nula. Y sufre cuando su padre se queda en el pueblo. "Cada vez que dice que viene a Humienta él solo yo tiemblo, porque llamo y llamo y sale apagado". Y cuando necesita algo urgente, empieza la ronda por los vecinos, 3 o 4 hasta que consigue alguno que dé tono, y atienda.
Como secretaria de la Asociación Amigos de Humienta, ya sabe que debe enviar las convocatorias con días de antelación. Otras gestiones tan sencillas como comprar online, recibir un envío o encargar el pan, se hacen cuesta arriba en esta pedanía de Revillarruz, a 15 minutos de Burgos capital, subrayan. "¡Que no estamos en medio del desierto!", recalcan.
La madre de Andrea e Irene tiene un silbido especial para llamarlas. El profesor de Águeda es de Humienta y "sabe que no le puede mandar tareas digitales porque no las puede hacer", explican. Pero otros no tienen esa suerte, como Adrián. "O se va al monte o nos tenemos que quedar en Burgos, en la biblioteca o en casa de los abuelos, porque aquí tienen mucha dificultad", explica su madre.
"Y lo más grave para mí es que no hay teléfono fijo", añade Norberto, lo que les priva de servicios como la teleasistencia. "Aquí el siglo XXI no ha llegado", aunque la instalación de fibra óptica se haya quedado a las puertas.