«Fue un golpe muy duro para el pueblo. Parecía increíble... Como si no fuese verdad, como si no hubiese pasado». Dorita sirve con mimo los cafés mientras hace memoria. «Era un buen chico, un chico joven, con toda la vida por delante», apostilla. Humean las tazas sobre la barra impecable del bar, confortable en la fría mañana de febrero gracias a una chimenea en la que arde la leña con el hechizo habitual que provocan las llamas del fuego. Aunque han transcurrido cincuenta años, nadie en Quintanilla del Agua ha podido olvidar uno de los hechos más tristes registrados en el pueblo: la muerte violenta en el Sáhara Español de uno de sus vecinos, Ángel Moral, cuando estaba haciendo el servicio militar en la que fue colonia española. Santi, parroquiano habitual del establecimiento, no necesita hurgar en sus recuerdos para exhumar aquel triste episodio y evocar a su convecino. «Tuvo mala suerte», tercia en la conversación. «La vida...», dice.
Ángel tenía 21 años. Era un muchacho más bien tímido, pero querido por todos. Afable, trabajador, amante de la naturaleza (le apasionaban los pájaros). Al parecer, según sus familiares, le correspondía incorporarse a la mili un poco más tarde, pero lo hizo antes de forma voluntaria para coincidir con otros jóvenes de su pueblo también llamados a filas.
Era el año 1975 y aquel rincón remoto de África era un polvorín. El Aaiún o Sidi-Ifni eran lugares con resonancia lejana y casi exótica para los españoles, salvo para aquellos que, como Ángel, resultaban destinados allí con la obligación de cumplir con la Patria. «El día que vino a despedirse le di una propina», relata Inés, prima carnal de Ángel, que recuerda aquellos días con precisión porque estaba a punto de ser madre y eso es algo que no se puede olvidar.
Los restos mortales de Moral, a su llegada al Hospital Militar. - Foto: Archivo Histórico DB (Fede)El Ayuntamiento estudia rendir un homenaje a su ilustre vecino en el 50 aniversario
La tranquilidad reina en Quintanilla del Agua en la mañana de invierno. Se diría que sus calles han sido barridas por el silencio. Donde la quietud es una certeza es en el cementerio, ubicado junto a la ermita. En ese bosque de cruces no destaca especialmente la tumba de Ángel Moral, salvo por la lacónica inscripción que fue tallada en la lápida cuando por fin pudieron repatriarse sus restos mortales, meses después de su muerte: 'Heroicamente en el Sáhara'. Aquel año Marruecos estaba más que a la espera: sabía que a Francisco Franco le rondaba muerte, y que la desaparición del dictador debilitaba a España. Hassan II ambicionada el Protectorado Español y estaba dispuesto a hacerlo suyo como fuera. El día 11 de mayo una patrulla de Tropas Nómadas del Sáhara del Ejército Español se hallaba cumpliendo con su misión de reconocimiento de zona cerca de la frontera con Argelia. Soplaba el siroco. La unidad se había detenido a comer cuando un grupo de soldados de origen sahariano, comandados por el cabo Bachir Uld Mohamed Nafta Uldisi, abrió fuego contra los españoles. El sorchi burgalés reaccionó con rapidez y se desplazó hasta el punto en el que había dejado los vehículos, donde se encontraban las armas con las que intentó en primera instancia repeler el ataque. Sin embargo, los rebeldes hicieron con él diana: una bala le alcanzó mortalmente, pero Ángel Moral aún tuvo fuerzas para rehacerse y, desde el suelo, disparar a los atacantes. Pero aquel heroico esfuerzo fue vano: el burgalés resultó acribillado.
Pronto se supo que fue una traición, ya que aquel grupo que había abierto fuego estaba compuesto por los propios compañeros saharauis, desertores que habían decidido sumarse al Frente Polisario. Inés y Valentina, otra prima carnal de Moral, evocan con precisión el momento en el que conocieron la noticia. La familia se enteró por el parte, el noticiero de la época. «Nuestros tíos y primos quedaron destrozados. No nos lo podíamos creer. Fue muy triste y muy duro», explican. Hablan de su primo con enorme cariño. Dibujan el retrato de un chico sencillo y siempre dispuesto a echar una mano. Un chaval al que le encantaba vivir en el pueblo y estar rodeado de naturaleza. Cuentan una anécdota que mueve al escalofrío.Al parecer, semanas antes de ser destinado al Sáhara, consultó un oráculo que le anticipó, entre otras cosas, que moriría en tierra extraña. «Y él decía: ya ves qué tonterías. ¡En tierra extraña!». Tanto Inés como Valentina aún conservan los periódicos de la época, los recortes que recogen la luctuosa noticia.
Sus restos descansan en el cementerio del pueblo. - Foto: Luis López AraicoEl burgalés fue el único que trató de repeler el ataque traicionero a su unidad
Objetos de Ángel Moral en el Museo Histórico Militar de la plaza Alonso Martínez. - Foto: Luis López Araico
La sociedad burgalesa vivió con enorme conmoción y tristeza la noticia. El cadáver del soldado, que había sido enterrado en Tindouf, fue repatriado en octubre. Se celebró un acto en el Hospital Militar, con la presencia de los padres y hermanos del malogrado muchacho. Después de un responso y de una ofrenda de flores la comitiva fúnebre partió hacia Quintanilla del Agua, depositándose el féretro en el tele-club para que hiciera las veces de capilla ardiente. El funeral y el entierro se celebraron al día siguiente, 23 de octubre. La madre Ángel Moral recibió en 1980 la Medalla de Sufrimientos por la Patria. En el año 2010, la Hermandad de Veteranos Tropas Nómadas del Sáhara rindió homenaje al burgalés en su pueblo natal. En el año 2014 el Consejo de Ministros acordó, mediante Real Decreto, concederle la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil. Estas medallas y otros enseres fueron donados por la familia de Moral al Museo Histórico Militar que se ubica en el Palacio de Capitanía. Se pueden ver en una vitrina, donde también hay una fotografía del joven y el telegrama en el que se comunica a la familia su fallecimiento en tierras africanas; en tierra extraña. Según ha sabido este periódico, el Ayuntamiento de Quintanilla del Agua trabaja para tributar este año un homenaje a la memoria de su vecino, el último héroe.