Sin pelos en la lengua, como acostumbra, Antonio Pérez Henares reivindica con su última novela, La Española, lo que supuso el «trascendental viaje» a América. El escritor dedica el libro a quienes llegaron a esa isla y desde allí cambiaron el mundo», y trata de refutar la leyenda negra del descubrimiento, sin negar las atrocidades que se cometieron. De aquellos episodios que aparecen en la novela charlará junto a Óscar del Hoyo el martes en el Museo de la Evolución Humana (a las 20:15 horas, con entrada libre).
En su anterior novela, Tierra vieja, daba voz a los protagonistas que no tenían nombre. En La Española hace todo lo contrario y destaca a aquellos reflejados en la Historia.
Algunos desgraciadamente olvidados y otros hasta proscritos e insultados, algo que me deja perplejo. Porque es bobo avergonzarse del descubrimiento más trascendental de la humanidad. Y lo es más no llamarlo descubrimiento. Nadie en el mundo conectado tenía ni la más remota idea de que existiera un continente allí. Y los que allí moraban tampoco sabían de otras gentes y tierras. Por lo tanto lo fue.
Considérelo una cuestión de lenguaje, igual que se habla en Atapuerca del descubrimiento del primer europeo, que evidentemente llevaba allí millones de años.
Atapuerca ha cambiado el árbol genealógico de la humanidad y Colón cambió la historia de la humanidad a través de la percepción que el mundo tenía de sí mismo. Pero lo del lenguaje es muy importante porque tiene una carga tremenda. El lenguaje es el elemento esencial para crear una ideología, montar una leyenda y finalmente destruir cualquier percepción positiva de lo que aquello significó. Eso es ir contra nuestra historia, nuestros antepasados y nuestros abuelos. Y esta novela también quería ir a eso. Como lo de llamarlo genocidio. Y la prueba es tan evidente como que al norte de donde llegó el imperio hispano no queda un indio vivo, exactamente la proporción en Estados Unidos es de 1,1% de población mestiza o indígena. En lo que fue el imperio hispano, la población mestiza hoy alcanza el 97% en Honduras y el 70% en la inmensa mayoría. La población española está cada vez más harta y por eso ha rebrotado la novela histórica. La gente quiere reconocerse en su historia con sus luces y sus sombras, pero no con una caricatura sectaria e ideológica. Y los escritores debemos levantar la voz delante de una panda de ignorantes.
En la ruta Quetzal aprendí que uno no es del todo español hasta que no ama y siente como propio Hispanoamérica»
La novela empezó a gestarla hace 25 años, cuando acompañando a De la Quadra Salcedo desembarcaron en Macuro, donde Colón pisó tierra en su tercera expedición. ¿Recuerda lo que sintió entonces?
Me acuerdo de cuando iba en el barco. El primer impacto fue al ver las costas mientras leíamos lo que escribió el propio Colón. Recuerdo sobre todo una frase que dijo al ver ese horizonte: «Parecióme las huertas de Valencia en una eterna primavera». Y otra cuestión, cuando dice ver tres picos sobre el mar y llama a esa isla Trinidad y cuando en el golfo de Paría, donde desemboca el Orinoco, echa un balde al agua y comprueba que es dulce. Entonces sospecha por primera vez que está en un continente y en tierra firme porque de una isla a otra no puede salir un río con ese caudal, por lo que tiene claro que ha llegado a las Indias.
En esos siete viajes de la ruta Quetzal que realizó, ¿se sentía explorador o descubridor?
Explorador no. Descubridor en el sentido de que accedía a lo que no sabía. En esos viajes descubrí Hispanoamérica, lo que me unía a esas tierras y a sus gentes, seguí los pasos y dormí donde lo hicieron aquellos de los que hablo en la novela (Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Bartolomé de las Casas, Núñez de Balboa, Pizarro...), sentí los olores y los sudores de la selva. Lo que aprendí es que no se es español del todo hasta que no se ama y se siente como propio Hispanoamérica. Porque lo que hicimos en América es lo que los romanos hicieron en España: no colonizamos, nos replicamos allí. Y con bastante éxito, por cierto. Ahí está la gente que habla hoy español en el mundo, las universidades que se dejaron (entre 25 y 27 se dice), las metrópolis y una zona próspera y rica.
Nosotros no colonizamos, nos replicamos allí»
En 1512 se firman las Leyes de Burgos, que declara españoles a los indígenas y por lo tanto no se les puede discriminar. Fueron pioneras, pero sigue siendo un episodio desconocido para la gran mayoría.
Cierto, y es una pieza clave para la historia de la humanidad. Son unas leyes de protección de los indígenas que no existen en ningún otro lugar. Que luego se incumplieran, por supuesto, pero también se hicieron guardar llevando a la cárcel por ejemplo a Nuño de Guzmán, fundador de Guadalajara. Las leyes planteaban que no podían ser esclavos porque eran considerados ciudadanos del reino de España. Y luego están los matrimonios mixtos, que también se admiten. En Estados Unidos permitieron el matrimonio interracial en 1967.
Las Leyes de Burgos hablaban de América como una extensión del reino de España y no un territorio de segunda, aunque algunos no lo entendieran así.
Son españoles de pleno derecho. No hubo colonias, sino virreinatos. Lo refleja más adelante la Constitución de Cádiz de 1812, que dice algo parecido en su artículo 1: «La nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios».
Atapuerca ha cambiado el árbol genealógico de la humanidad y Colón cambió la historia a través de la percepción del mundo»
Pero se cometieron atrocidades.
Sí, no lo niego porque la leyenda negra no se combate con la leyenda rosa, sino con la verdad histórica, poniendo a las cosas en su contexto.
En la novela tiene predilección por ciertos personajes, como Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa. ¿Qué les hace especiales?
Tengo muchos, Balboa también me entusiasma, pero es verdad que esos dos me gustan especialmente. Porque son amigos desde el primer momento y tienen una peripecia maravillosa. Juan de la Cosa es el gran piloto y Alonso de Ojeda el gran capitán, valiente hasta la temeridad, el mejor espadachín, descubrió el lago Maracaibo, pone nombre a Venezuela y tuvo una gran historia de amor. De la Cosa es el gran amigo que perece por ayudarle con una flecha envenenada.
¿Qué personaje femenino destaca?
El de Anacaona, una taina de La Española casada con Caonabo, un cacique posiblemente caribe, que son los que atacaban a los españoles y se los comían. A él lo detiene Alonso de Ojeda. Ella fue una mujer que tuvo una tremenda curiosidad por los españoles, que les ayuda, una mujer que compone música. Acabó en la horca, apresada por Nicolás de Ovando, y me parece uno de los acontecimientos más tristes de ese periodo. Pero eso también sale.
Las Leyes de Burgos son una pieza clave para la historia de la humanidad»