Los ojos desde el cielo

Teresa Díaz (EFE)
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Los drones de última generación del Ejército del Aire escudriñan cada milímetro de barrancos y torrentes anegados por el agua para llegar a rincones prácticamente inaccesibles

Imagen captada por un vehículo no tripulado de un ‘cementerio’ de vehículos en Paiporta. - Foto: Manuel Ausloos (Reuters)

En turnos de 12 horas para cubrir toda la jornada, los 80 efectivos del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas, una unidad de operaciones especiales del Ejército del Aire, desplegados en Valencia en zonas de difícil acceso, no dejan un milímetro de tierra sin escudriñar en busca de desaparecidos. Utilizan su mejor arma: el dron.

Estos vehículos no tripulados se emplean para ampliar la visibilidad en áreas impracticables, principalmente barrancos que es donde opera el escuadrón, y constituyen una herramienta clave en la localización de personas desaparecidas, señala el teniente David Escribano, al mando del grupo.

El torrente de Cuchilla, en Pedralba, el de los Pelos, en Chiva, o el del Poyo, en Paiporta, son algunas de las zonas que han sobrevolado con sus aparatos en busca de los no localizados.

Estos zapadores forman parte de los 7.800 militares actualmente desplazados en las zonas afectadas por la DANA y fueron los primeros miembros del Ejército del Aire en llegar. Salieron de Alcantarilla (Murcia), donde la unidad tiene su base, a las 3,00 de la madrugada del pasado jueves y cinco horas después llegaron a Bétera.

Inmediatamente, se pusieron a disposición de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que les asignó el batallón número dos, destinado en Ribarroja, uno de los 70 municipios afectados por la catástrofe. Ese mismo día se pusieron ya a trabajar.

Veinte de ellos están en Algemesí realizando labores de limpieza y desescombro y abriendo vías. Los 60 restantes, recorriendo barrancos anegados por el agua intentando localizar a personas desaparecidas, vivas o muertas.

No siempre cada turno lo componen la mitad del grupo. El teniente decide cuánta gente es necesaria en función de la actividad a realizar. «Cuando hay que vadear un río grande en el que hay constancia de desaparecidos, mando a 40 o 50 y luego cubro la actividad nocturna con 10 o 12».

La prioridad ahora mismo es encontrar cualquier rastro de desaparecidos y, para ello, el dron es fundamental. «Te da una capacidad de reconocimiento visual muy buena y segura», admite.

El vuelo de este aparato permite reconocer los barrancos antes de entrar en ellos. Es vital saber si hay agua y la profundidad que tiene, si llega hasta la rodilla o puede cubrir. «Luego entramos, con trajes de neopreno, si hay agua y si no, andando, para ir recorriendo la zona en busca de desaparecidos», explica.

El sistema de drones que utilizan es el llamado wasp (avispa en inglés), que, según el militar, es muy útil en el ámbito castrense pero también en emergencias. Puede volar con lluvia y aterriza en agua. Además, puede soportar unos veinte nudos de viento (38 km/h).

Su montaje es muy sencillo, está listo en unos 20 minutos, es muy fácil de transportar, incluso se podría hacer manualmente si hiciera falta, y es muy versátil.

Además del reconocimiento del terreno, estos vehículos no tripulados localizan a personas gracias a la cámara térmica que lleva incorporada, que detecta la radiación infrarroja emitida por los seres vivos o los objetos según su temperatura. Por ello, es más fácil encontrar a gente viva.

La misión de estos militares acaba con la detección de los restos, que pueden ser de persona o animal. Marcan el terreno y continúan con la búsqueda en otra zona.

La UME es la encargada de asignarles una zona de trabajo en la que se tiene constancia de que puede haber desaparecidos. La pista la dan los propios vecinos de la zona o la Policía Local.

Por ejemplo, aparece un fallecido en un coche en el que se sabía que iban cinco personas y no se ha encontrado a los otros cuatro ocupantes. Ahí entra en acción el grupo de zapadores.

El terreno en el que opera esta unidad es muy cambiante. «Seguimos los cauces de los barrancos de las ramblas del río Turia, pero después de la DANA han quedado muy deformados.

A pesar de pertenecer a una unidad de operaciones especiales, Escribano reconoce que nunca se ha encontrado con una situación de esta magnitud. «No tiene precedentes», afirma.

Dificultades

El teniente señala que el principal obstáculo al que se enfrentaron los primeros días era la dificultad de movimiento porque la tormenta había destrozado carreteras y caminos.

Acceder a los sitios era muy complicado. «Nos movíamos más despacio de lo que sería deseable. Eso ha sido lo más frustrante, tener ganas de ayudar y las dificultades para llegar», indica.

En cuanto a la moral del grupo, asegura que tienen una sensación «un poco extraña»; por una parte, es muy gratificante para ellos ayudar a la población, pero por otra está la magnitud de la DANA que ha dejado un paisaje desolador. «Es una lección, estamos listos y entrenados para lo que el ciudadano necesite y aquí estaremos hasta el final».