Se ve a lo lejos, a unos cuantos metros de distancia desde la parte baja de la calle Santa Ana, la que pega con San Pedro y San Felices. Sus intensas tonalidades y las enormes dimensiones de la fachada, de unos 15 metros de altura, dirigen la mirada irremediablemente hacia este nuevo trabajo de SerGare. Bajo ese nombre están los hermanos Sergio y Gabriel Rodrigo Andrade, aunque por cuestiones prácticas en esta ocasión lo ha realizado solo uno de ellos. Si en Gamonal dibujaron a gran tamaño una biblioteca para recordar al personaje de Francisco Grandmontagne, y en la calle Alvar Fáñez del centro retrataron al Cid y su caballo, el barrio sur de la ciudad no podía ser menos. El colegio de San Pedro y San Felices saca pecho de sus instalaciones y de la oferta educativa con un nuevo trabajo de los burgaleses, que vuelven a poner color y vida a una pared gris.
Pintado con perspectiva y profundidad para que pueda ser observado desde toda la calle, la estantería llena de libros y juguetes según la etapa educativa brilla desde hace apenas una semana. «Han sido quince duros días porque el calor apretaba y hubo jornadas con bastante viento que hacía moverse a la grúa. Respecto al sol, como aquí da toda la tarde, es algo que he tenido en cuenta para el acabado», afirma reconociendo que los murales duran, pero también conviene repasarlos de vez en cuando. «Por otro lado, como en este caso he estado solo (mi hermano está en Taiwán), tenía que ingeniármelas para no bajar demasiadas veces del andamio y saber que lo hacía bien», asegura Sergio, que no deja de recibir felicitaciones de los vecinos y transeúntes por el resultado.
La fachada intervenida tenía antes un cartel con el que el colegio anunciaba su oferta educativa. Ahora esa pared cumple la misma función de una manera más luminosa y atractiva, con los lomos de los libros enumerando las etapas de estudio y las principales materias que se imparten. Como guiño, igual que hicieron en Grandmontagne -que, por cierto, necesitaría algún retoque-, hay un tomo que esconde la carrera artística de SerGare, un trabajo muralista que debería ser objeto de estudio. «En un principio lo planteé con colores un poco más apagados, pero al comprobar la profundidad preferí darle mayor intensidad. Los pájaros están ahí porque mientras lo pintaba había siempre unos cuantos revoloteando. Eso y las plantas avivan esta naturaleza muerta».
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