Las míticas ‘300 camas’ tienen los días contados. El inmueble que el franquismo tardó 12 años en construir para ser el hospital de referencia en la provincia de Burgos, y que como tal prestó servicio entre el verano de 1960 y el de 2012, desaparecerá de la piel de la ciudad en menos de ocho meses si se cumplen las previsiones de la empresa adjudicataria de su demolición, la navarra Erri-Berri. «No es una obra compleja, y desde luego no es de las más difíciles que hemos hecho», explica el ingeniero que la firma ha puesto al frente de los trabajos y que ya ha desplegado a un equipo en el interior del Yagüe para sondear el alcance del uso de fibrocemento en la construcción del edificio.
La previsión es que el acta de replanteo se firme «en un par de semanas». A partir de ahí, comenzará a contar el plazo de ocho meses que la Tesorería de la Seguridad Social, dueña del edificio y de parte del solar que resultará tras la demolición, otorgó a la empresa. «Esperamos terminar antes de plazo. Es más, estoy casi convencido de que lo haremos», añade el director de los tajos. Así que, salvo que ocurra algo extraño, el Hospital General Yagüe comenzará a ser demolido en marzo («empezaremos por la entrada principal») y en septiembre u octubre ya no existirá. Pero las cosas no son tan simples.
Lo primero que hará Erri-Berri es meter un grupo de «unas 15 personas» especializadas en la retirada de todos los materiales que llevan su propia línea de reciclaje, que no pueden ser tirados como si de escombro se tratara. Madera, vidrios, extintores, detectores de humos, líquidos de los motores de los ascensores, bombillas, pladur, tubos fluorescentes, suelos de goma... Todo tiene un destino: ser tratado conforme a la normativa vigente en la región y «salir de aquí debidamente certificado». Antes, un equipo especializado en retirada de fibrocemento habrá liberado al complejo del peligroso amianto.
La caída del mito.
Y después sí, llegará el turno de las fotos para la historia. «Meteremos dos máquinas. Una de ellas, la de 42 metros de brazo, pesa 120 toneladas. La otra tiene 28 metros de alcance. Esas irán demoliendo la estructura de arriba a abajo y, una vez en el suelo, otras máquinas separarán el hormigón del hierro para hacer el reciclado». Sirva como dato que la previsión de Erri-Berri es sacar «entre 50.000 y 60.000 toneladas» de hormigón del edificio y sus anexos. En total, la previsión es que «el 90% de lo que salga» acabe reciclado, siendo el 10% restante material no recuperable.
Según explica el ingeniero responsable de la obra, una voladura «no sería viable» en el caso del Yagüe por el impacto que podría tener una operación de ese calibre sobre los edificios cercanos, pero al mismo tiempo se trata de un trabajo alrededor del que hay espacio suficiente para que no vaya a ser necesario cortar calles ni interferir en la vida de la ciudad más de los necesario. «Sacaremos los camiones cuando vayamos acumulando material para evitar el tráfico continuo», explican.
La empresa defiende que la operación, que se adjudicó en 1,3 millones de euros con una baja del 70% sobre la previsión inicial (la Tesorería de la Seguridad Social estaba dispuesta a pagar hasta 5,26 millones por el trabajo), será viable «porque nosotros tenemos maquinaria que sólo tienen dos o tres empresas en toda España» y porque cuentan con una experiencia incontestable en toda suerte de derribos de gran calibre, varios en esta provincia.
En Burgos se encargaron de hacer desaparecer las ruinas de la fábrica siniestrada de Campofrío, pero también derribaron el antiguo Gran Teatro (un trabajo particularmente complejo porque obligaba a garantizar la estabilidad de los colindantes), el 2 de Mayo o Rottneros, en Miranda. Erri-Berri trabaja actualmente en grandes demoliciones por todo el territorio español y la mayoría, reafirman, son a priori más complejas que la del hospital.
Según su plan de trabajo, la flota de camiones que será necesario tener contratada durante meses «será de empresas burgalesas», al igual que «los gestores de residuos, los oficios que vayamos necesitando y el alquiler de alguna máquina complementaria», además de que el equipo de la empresa lleva casi un año y medio (desde que se adjudicó el desmantelamiento de Campofrío) viviendo y comiendo en la hostelería de la ciudad.