Sabor andaluz en La Demanda

B.A. / Jaramillo de la Fuente
-

Cantineros por la provincia (13) | Tras recorrer media España, la onubense María Antonia Santana abrió la cantina de Jaramillo de la Fuente en junio. Sus bravas con dos salsas son su especialidad

María Antonia Santana llegó a la localidad burgalesa de Jaramillo de la Fuente con mucha ilusión procedente de un pueblo de Soria, donde también regentaba un bar. - Foto: f2estudio

Una voz con acento andaluz aderezada con dejes canarios y extremeños responde al otro lado de la barra de la cantina de Jaramillo de la Fuente. Su dueña es María Antonia Santana Fernández, "un culo inquieto" como se define así misma esta mujer de 55 años, natural de Gibraleón, un pueblo de Huelva, y que desde hace algo más de dos meses gestiona el bar de la localidad, en el corazón de la Sierra de Demanda.

Con ella no solo se ha traído una singular forma de hablar. Su mochila también está cargada de experiencias y recetas que ha ido aprendiendo durante su periplo por media España, donde ha trabajado como camarera de piso, en marketing, vendiendo muebles o en restauración. "Cuando leen en la pizarra que hay blanqueta de pavo o carne fiesta no saben lo que es y les invito a pasar a la cocina para que lo vean", cuenta la mujer, que ofrece platos diferentes en los menús que prepara por encargo, muchos de ellos originarios de las Canarias, en las que pasó 16 años, en concreto en Fuerteventura.

De sus fogones también salen algunas tapas que siempre está dispuesta a elaborar, entre ellas croquetas, tortilla de patatas, choricillo manteca o patatas bravas, su especialidad. "Todo es casero. Las bravas van con dos salsas, una picante y otra verde, esta última es una mezcla típica de Andalucía y que echamos al pescado. Quien las prueba, repite, están muy buenas".

Pierdo clientes por falta de cobertura. Llaman para reservar pero sale apagado"

No han pasado aún tres meses desde que llegó a Jaramillo, pero está muy contenta con la acogida que le han brindado los vecinos. "Es el único sitio donde se pueden reunir para echar la partida o conversar", dice la emprendedora, que ha llegado a Burgos acompañada de su pareja. De la posibilidad de regentar este local se enteró por las redes y decidió pujar por hacerse con sus riendas. "Estábamos en Magaña, un pueblo de Soria, regentando también un bar, y decidimos venir aquí". Al margen de la hospitalidad de sus vecinos, María Antonia echa en falta un poco más de clientela. "Venía con muchas ideas, pero no las voy a poder llevar a cabo. Se ha notado ya el bajón del verano y aquí no hay turismo, aunque el sábado pasado tuve un grupo de 13 ciclistas que venían recomendados desde Torrelara", explica la mujer, que relata otro de los handicaps que se ha encontrado. "No hay cobertura de teléfono, pierdo clientes porque no se pueden poner en contacto contigo. Si alguien llama para hacer una reserva de comida siempre le sale que el móvil no está operativo. No puedo atenderlos y, por lo tanto, tampoco darles servicio", lamenta.

Por todo ello, pide una mayor implicación de las administraciones en cuanto a mejora de los servicios en los pequeños municipios. "Dicen que un pueblo sin bar es un cementerio, pero los cantineros nos vamos a tener que ir a ese cementerio porque no hay cuerpo que resista esta marcha. Van a terminar muriendo por mucho interés que pongamos los nuevos repobladores", vaticina la mujer, que cita la carrillera con chocolate o el rulo de cordero como otras de sus especialidades en la cocina. "Son recetas que he ido aprendiendo de los diferentes sitios en los que he vivido y que luego adapto a mi manera". Así que ya lo saben, si quieren probar un poco de cocina canaria, extremeña o andaluza, además de la castellana, vayan a Jaramillo.

Los que no perdonan las cartas

Entre la clientela de María Antonia en la cantina de Jaramillo se encuentran la mayoría de los habitantes de la localidad. Abre de 12 a 16 horas, para ofrecer el vermut; y por las tardes de 17 a 23, menos los viernes y sábados que alarga la hora de cierre hasta la 1 de la madrugada. Cada tarde acude al local una cuadrilla de 4 o 6 mujeres (los fines de semana de 10 o 12), que se toman su café y juegan a las cartas. "Después llegan los maridos, que también echan la partida". Ellas se van antes para preparar la cena, y los hombres aguantan casi hasta las 11. Los fines de semana vuelven juntos después de cenar para echar otra partida. Estos días también prepara menús diarios para un grupo de obreros que está trabajando en el monte.