Critica con acierto Albert Boadella la obsesión de quienes quieren destruir el pasado. Añade que lo hacen sin percatarse de que lo único que tenemos es pasado y presente porque el futuro está por ver. Es una forma de encarar la polémica generada por la irrupción del actual ministro de Cultura en el debate (populista) acerca del colonialismo que le ha llevado a decir que empezando por los museos habría que revisar el juicio histórico sobre la llegada de los españoles a tierras americanas.
Revisar en registro de condena y sustitución del criterio tradicional que planteó la llegada de nuestros antepasados a América como un hecho de conquista pero también como el principio de un proceso civilizatorio y de mestizaje. Proceso sostenido en el tiempo y que llega hasta nuestros días por contraste con lo acaecido en el territorio de lo que hoy son los EE.UU. antigua colonia británica en donde cuesta rastrear entre la población actual a descendientes de los habitantes primigenios de aquellas bastas tierras. Son pocos los descendientes de los indios norteamericanos porque sus antepasados fueron metódicamente exterminados por los colonos en su avance hacia el Oeste. Y son más de cuatrocientos los millones de hispanohablantes repartidos por una veintena de repúblicas desde México hasta Chile. España no eliminó a los indígenas. Inglaterra primero y los colonos emancipados después, sí.
A través de los virreinatos España se replicó en América. La temprana implantación de universidades marcó tendencia. La pionera fue la de Lima en 1551, mientras que en los Estados Unidos la primera fue la de Pensilvania en 1757. En paralelo la organización administrativa de los territorios fue similar a la que regía en el resto del Reino de España y describe un modelo de convivencia que estuvo en las antípodas del genocidio que ahora denuncian los populistas haciendo suya las falsedades que propagó la Leyenda Negra. Libelo que atraviesa los siglos y que encontró un eco más que interesado en Inglaterra y Holanda.
Es un sarcasmo porque los ingleses y sus descendientes fueron quienes sí llevaron a cabo un exterminio sistemático de la población autóctona en el territorio de lo que hoy son los Estados Unidos. Ya se sabe que no hay peor tonto que quien no quiere saber. Por eso nuestros populistas aplauden el derribo de la estatua de fray Junípero Serra el franciscano mallorquín que enseñó a los indios de California a cultivar la tierra y a leer.