La riqueza monumental de algunas localidades opaca otros puntos de interés, que quedan ocultos a los ojos de los turistas. Es el caso de la villa gomellana, donde deslumbra su iglesia parroquial, por su exterior que le ha valido el calificativo de 'La Petra burgalesa', o su entramado de calles medieval. Pero en sus alrededores, en plena naturaleza, Gumiel de Izán cuenta con un tesoro igual de valioso.
Repartidas por distintos parajes naturales, las tierras gomellanas tienen más de un centenar de fuentes naturales, que los trabajadores del campo y los pastores aprovechaban para refrescarse en las duras jornadas de trabajo. «Los mayores recuerdan dónde estaba todas, aunque algunas llevan años secas, pero ellos también bebían ahí cuando iban andando o con los carros a otros pueblos», relata su alcalde Jesús Briones, orgulloso de que sus vecinos hayan sumado fuerzas para recuperar varias de estas fuentes.
Con la contribución personal de los voluntarios, fueron localizando todas las fuentes y eligiendo las que merecía más la pena recuperar. «Tenemos más de 20 arregladas, les quitamos toda la maleza que se las había comido con el paso de los años y las dejamos libres para que corriese otra vez el agua», explica Briones. Pero quisieron ir más allá y, con ayuda de un artesano local, recrearon pretiles de piedra y las decoraron con elementos que aluden a sus nombres originales. «En una hemos puesto un carro, en la de San Cosme hemos puesto la cruz que corona la iglesia, en esta hemos colocado símbolos celtas y una rosa de los vientos...», enumera Alfredo, el encargado de estos diseños, elaborados en arena prensada que semeja la piedra, junto a la fuente Peñacarpia.
Después de estas labores de puesta a punto y adecentamiento, los gomellanos han vuelto a valorar este patrimonio natural. Tanto es así que algunos se animan a recorrer los caminos en busca de alguna de estas fuentes. «La gente sale a pasear por las distintas zonas y beben de aquí, llegamos a dejar unas tazas pero las quitamos porque se iban rompiendo, no es potable pero tampoco mala, si bebes una vez no va a pasarte nada», asegura Alfredo mirando el chorro de agua cristalina que surge silencioso de entre las rocas.
Ahora, una vez puestas a punto, los trabajos de los voluntarios se concentran en mantenerlas libres de maleza y en arreglar los pequeños desperfectos que surgen.