Una población envejecida que se adapta a nuevas formas de vida

D. ALMENDRES / Burgos
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El siglo XXI cumple 25 años, un periodo que ha deparado en Burgos grandes cambios para la sociedad en varios aspectos. La curva demográfica mantiene el tipo por la llegada de extranjeros a pesar de la imparable caída de la natalidad

La sociedad burgalesa ha envejecido en este primer cuarto de siglo. - Foto: Christian Castrillo

El siglo XXI celebra sus primeros 25 años y este cuarto de centuria ha dejado su poso en la transformación de Burgos, de su capital y de la provincia. Como suele ocurrir en las proyecciones a largo plazo, el territorio aún debe conquistar muchos de los objetivos marcados e imaginados al final de la década de los 90, pero el tiempo avanza a toda velocidad y se lleva muchas cosas por delante a su paso sin dejar aparente huella. Pero ahí está.

Uno de los principales cambios que explica esta evolución es la demografía. La imparable caída de la natalidad, esa sí advertida hace muchos años, es el resultado de una serie de factores socioculturales y económicos que anuncia una nueva tendencia marcada por el impulso de la llegada de extranjeros.

Los cambios de hábitos, de formas de vida y las condiciones económicas han creado un «círculo vicioso» con muchas aristas. «Es consecuencia de la baja natalidad, de las dificultades de la formación de nuevos hogares, del desempleo en la población joven, de los bajos salarios y del problema de acceso a la vivienda», explica la directora del área de Socióloga de la Universidad de Burgos, Mónica Ibáñez. 

Estos tres últimos factores destacados «son las principales causas» de la baja natalidad, solo equilibrada con la llegada de extranjeros.Su número se ha incrementado en casi 9.000 personas en estos 25 años solo en la capital y llegaron a sumar 15.000 habitantes antes de la crisis.

Las familias y los hogares han cambiado»

Su presencia rompe la tendencia negativa, aumenta la tasa de natalidad y rejuvenece una sociedad cada vez más mayor. Rumanía y Bulgaria son los principales países de origen de los nuevos burgaleses, una cifra que mengua con el paso del tiempo mientras crece la población procedente de Colombia, Venezuela o Marruecos. «No es posible fijar una causa común a todos ellos porque cada país tiene sus circunstancias», explica Ibáñez.

Según los últimos datos compartidos por el Instituto Nacional de Estadística, la provincia suma 358.948 habitantes, una cifra superior a los 347.240 de hace 25 años. Un crecimiento poblacional sostenido de forma exclusiva por los residentes procedentes de otros países. Burgos ya tiene vecinos llegados de 90 países de todo el mundo, cuyo impacto fue notable en los años de vino y rosas del ladrillo.

Entonces, los trabajadores que llegaron de fuera permitieron que Burgos alcanzara en 2011 su pico poblacional con 375.657 personas censadas. La crisis económica posterior provocó el efecto contrario y la provincia perdió habitantes (357.650) hasta el repunte vivido tras la pandemia.

Incluso, las proyecciones del INE a 15 años vista avanzan que Burgos solo se mantendrá en los niveles actuales de población con la llegada de otros 36.000 extranjeros. «El crecimiento de la población extranjera no es continuo. La pandemia y el cierre de fronteras provocó un descenso en su momento, como hiciera la crisis económica entre 2013 y 2017 porque en Burgos el efecto fue posterior. Esta caída fue más acusada en los hombres por la afectación a los sectores masculinizados, como la construcción, y el número de mujeres extranjeras es más alto», explica Ibáñez.

Hay que revitalizar las áreas despobladas»

Solo en la capital la población española ha descendido en 4.500 personas. Cada vez hay menos jóvenes de 16 años y de los 16 a los 64 el decrecimiento es «paulatino y constante debido al incremento de la mortalidad en esta franja y a la emigración de las personas jóvenes». Una tendencia aún más palpable en los mayores de 65 años. 

Los datos relacionados con la natalidad son esclarecedores. Hoy nace un 30% menos de niños que al comienzo del siglo y en 2023 ni siquiera se alcanzaron los 2.000 alumbramientos. «El tipo de familia y de hogares también han cambiado, aumentando los unipersonales en un 26%», analiza la directora de Sociología de laUBU.«En el caso de los mayores de 65 años influyen factores como la viudedad, mientras que en los jóvenes crece el número de solteros sin hijos como consecuencia de las nuevas formas de vida fruto del individualismo y del consumismo», añade.

También en este siglo ha subido el número de parejas sin hijos «como decisión de retrasar la paternidad hasta encontrar una estabilidad». «Son mayoritarias las familias con hijos únicos y eso se refleja en la natalidad como efecto de estas razones socioculturales y económicas. Tener hijos ya no es una aportación, es un gasto», afirma, sin olvidar a las familias monoparentales, que representan un 10%.

Desafíos. Afortunadamente, la esperanza de vida es otro índice que detalla la situación demográfica del territorio. Hace 50 años la esperanza de vida en la provincia de Burgos era de 73 años y en el cambio de siglo se elevó hasta los 80. Desde entonces, el paso de tiempo estabilizó en cierta manera el crecimiento de este marcador en los 84 años definidos en la actualidad.

Con estos ingredientes, Burgos se enfrenta a desafíos derivados «del envejecimiento, la despoblación y la desigualdad entre las áreas urbanas y rurales». Por ello, Ibáñez aboga por «incentivar la rehabilitación de las viviendas rurales, revitalizar las áreas despobladas y equilibrar la balanza urbana-rural». ¿Cómo? «Con una redistribución de la población y del empleo a través de políticas salariales competitivas para retener a los jóvenes y extranjeros cualificados».